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jueves, 4 de septiembre de 2014

Descalza


Descalza. Una vez más, recorro la casa descalza. Y recuerdo cuantas millones de veces me han dicho que no ande descalza. Pero me gusta. Es uno de esos momentos en los que me siento yo misma.
Voy hacia la radio del salón y elijo un cd de la estantería. Jazz, me apetece escuchar jazz. Coloco el disco en la radio y mientras las primeras notas empiezan a salir por los altavoces me dirijo hacia mi rincón.
Hace años que convertí este rinconcito de la casa en mi reino, mi universo, mi vida entera está allí. De hecho, hasta las paredes están pintadas de un tono distinto al resto de la casa. Están pintadas de mi color: ese azul que tanto me gusta, el mismo tono que el azul de un pantalón vaquero.
El suelo de frías losas está recubierto por una pequeña alfombra suave, como si fuera de pelo, incluso en verano. Encima de ella está un gran puf donde sentarme, o más bien hundirme. Y encima, desde la altura de mi torso hasta el techo, estanterías. Estanterías repletas de libros. No me hace falta más. Nada más. Mi mundo, mi micro-universo.
Y elijo un libro entre los centenares que hay. Cojo la escalera para llegar al que he elegido, que está en las baldas más altas. Y me hundo en el puf y cruzo las piernas. Enciendo la pequeña lamparita de pared para poder leer.
Y me dejo llevar por la música y por las palabras, hasta que desaparezco de este mundo y entro en el mío. En el que nadie puede molestarme. Y en el que nadie me riñe por ir descalza.
Solía vivir en una habitación llena de espejos, todo lo que veía era yo.
Autor: C. (@Tortugaenllamas)
  
"Solía vivir en una habitación llena de espejos, todo lo que veía era yo".

Jimi Hendrix




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