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viernes, 23 de enero de 2015

Cuando el imperio del sol se quedó en sombras






Sentados alrededor del cálido kotatsu, antes de degustar las exquisitas calabazas y arroces, destinados para el Tojû, la noche más larga del año, el abuelo sacó un enorme espejo colocándolo encima de la mesa. Guardamos silencio, con un gesto de su mano me invitó a sentarme a su lado...
Hace mucho tiempo nuestro mundo se sumió en una absoluta oscuridad, el corazón del campo se heló, lágrimas del cielo anegaban pueblos con riadas. Sin sustento, sin cobijo y sin abrigo el pueblo moría, devorado por la tristeza.
Enviaron mensajeros al dios de la inteligencia, los acontecimientos inundaron de llanto los ojos del sabio, ¿como un hermano, nacido de la misma lágrima izquierda que su hermana, había cometido aquella atrocidad?
El sabio quiso ver por sí mismo porque Amaterasu, la megami de la que emana toda la luz, los había abandonado, encadenándose en una cueva, culpándose del daño que su hermano, embriagado y loco, había infligido. En su periplo, contempló los cadáveres de las doncellas atravesadas por las astillas del carro de Amaterasu, el ensañamiento con que había destripado al Caballo Celestial de su hermana.
La diosa de la compasión no pudo con su dolor, creyéndose responsable de la fealdad del alma de su hermano.
El sabio debía restablecer la confianza e inocencia, que el Sol, había perdido.
Reunió a todos los dioses: la alegría, la danza, la música, frente a la cueva de Amaterasu, una melodía llamó la atención de la diosa, asomándose con curiosidad para observar aquella algarabía que se escuchaba fuera. El sabio, rápidamente, colocó un espejo frente a la megami, reflejando en él un mundo de resplandor y belleza. Ella  preguntó quién era aquella diosa, el sabio se arrodilló - Solo,vos. Amaterasu.”
Al concluir, el abuelo me hizo cosquillas, colocó el espejo frente a mi sonrisa.

Autor: Símar(@Sirena_Nueva)





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