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viernes, 31 de octubre de 2014

El lienzo deshabitado


  “Su mirada, dos agujeros negros que permanecen fijos,  
como la de un demonio esperando"


El día estaba muriendo mientras la luz de la luna empezaba a explorar las inclasificables curiosidades desperdigadas en el suelo al entrar por la ventana. Avanzaba lenta y uniforme hasta que iluminó el cuerpo que había provocado el ruido que se escuchó con anterioridad.
El mayordomo tras oír el estruendo proveniente de la alcoba de su amo acudió enseguida.
Al abrir de par en par las puertas del dormitorio, lo único que pudo descifrar entre las sombras fue el respaldo del mullido sillón; ése que meses atrás era testigo de la incontenible pasión del amante de lo antiguo, pero ahora, solo un lugar de veneración dedicado al enigmático fresco.
 Caminando a través del salón, descubrió la deplorable figura. El anticuario yacía en el suelo caído sobre la alfombra escarlata, derrumbado entre relojes victorianos, pergaminos arameos y libros escritos en francés antiguo. El antes jovial e infatigable coleccionista estaba en un estado paroxístico entre la miseria, la locura y el cansancio.

Su debilidad no era novedad para el mayordomo. Su empleador había adoptado varias conductas extrañas y no pocas veces había pensado en renunciar debido a sus fijaciones enfermas; hacia aquella pintura específicamente. La obsesión por ella empezó desde el mismo día que la recibió.
Era una réplica exacta del "Kop van een Skelet met Brandende Sigaret" de Van Gogh.
Interminables eran las conversaciones que los dos caballeros sostenían cuando ella era el tema principal: 
Tal fue su obsesión, que la colocó frente a su sillón para dedicarse a verla por tardes completas, ignorando su trabajo, su hogar e incluso su vida.
Después de ayudarlo a levantarse, el mayordomo fue a continuar sus labores cotidianas, hasta que oyó de nuevo una sucesión de sonidos extraños; eran horribles alaridos procedentes de la habitación que había abandonado. Indiferente y acostumbrado a las manías de su patrón, entró.
Lo que vio a continuación lo dejo paralizado.
El cuadro causante de los desvelos de su amo se hallaba vacío, lo único que quedaba era el marco áureo circundando el fondo negro. Avanzó sintiendo la opresión provocada por la incertidumbre en el pecho y se detuvo enfrente del sillón.
Una náusea invadió su cuerpo.
La expresión del infortunado reflejaba la agonía que había sufrido. La garganta cercenada despedía el nauseabundo olor metálico del líquido sanguíneo y la carne de los brazos ardía lentamente al estar moteada con diminutas quemaduras circulares mientras la sangre de sus ojos recorría sus mejillas púrpuras. Su amo se encontraba sentado frente a él con la templanza y porte propio de un cadáver.
Al mirar de un lado al otro buscando el arma homicida observó una serie de marcas en el tapete que lo hicieron estremecerse hasta a punto del desmayo. Eran pisadas húmedas, firmes y óseas tatuadas con sangre que se dirigían a la chimenea; sobre la repisa, hallábase un objeto que el mayordomo no recordaba ahí: Era un cigarrillo.

Junto a él, posado sobre la plataforma de madera, estaba un ente de naturaleza densa y macabra, con el gesto de un ángel o un demonio, cualquiera que hubiese sido no hubiera importado.
Como un facsímil corpóreo de un terror escalofriante. Estaba… un cráneo.   

Autor: Xavier Loeza (@XavierLoeza)

""Es una cosa admirable mirar un objeto y encontrarlo bello, reflexionar sobre él, 
retenerlo y decir en seguida: me voy a poner a dibujarlo"

Vincent vang Gogh


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