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domingo, 5 de octubre de 2014

La ciudad de mis sueños



Siempre que le digo a la gente donde trabajo, o bajo qué condiciones lo hago, me cuestionan, y me cuestionan… Sabes cuantas veces mis amigos me han preguntado que hago trabajando en una librería? Diría que literalmente cientos, ninguno de ellos, ha aceptado realmente que vivo de los libros, de lo que ellos me brindan y de lo que me regalan.
Cada vez se hace más evidente, el porque nunca he sido muy cercana con la gente que me rodea, y quizás… o sin el quizás por eso es que me refugio en los libros, y hago por amigos a sus personajes, me sumerjo en sus historias, y hago de su trama el guion de mis horas. Por eso acepte dedicar mis horas a la venta de libros en este lugar olvidado del mundo, en esta pequeña librería, donde tan pocos y tan particulares clientes llegan.


Mientras hablaba el otro día con un Profesor que siempre nos visita, le decía animadamente que he soñado con recorrer la Colombia que me enseño amar Gabriel García Márquez en sus libros, su Cartagena… su Barranquilla… y saber si Macondo existe en algún mapa o no. O porque no la Bogotá que recientemente describía Mario Mendoza, entre sus umbrales.
Le contaba que espero recorrer la Barcelona que entre nieblas me presento Ruiz Zafón. Le contaba cómo me he sumergido en la Florencia de Dan Brown, recorrido museos y catedrales, anhelado huir por sus calles a toda velocidad o caminar sus callejuelas de la mano de alguien amado. El se reía, - Tanto soñar alimenta las fantasías, pero encrudece las realidades, ojo con eso jovencita soñadora-, agrego mientras se marchaba. Lo de  jovencita, está por verse, lo de soñadora, hasta los poros... solo pensé.
Te confieso que no puedo decidirme sobre el Madrid de Benito Pérez Galdós, la ciudad de la posguerra de Camilo José Cela cuando escribió La Colmena, o el que viví en el Tiempo entre Costuras. Tampoco decidí si acepto la invitación de los jóvenes que me invitan a recorrer Roma en moto, en 3 Metros sobre el Cielo.

 Cuando sueño he refrescado épocas distintas, me he vestido de largos y flamantes vestidos, asistido a elegantes fiestas, paseando en carruajes y conversando con distinguidos caballeros. Me he cuestionado si existen otras vidas y he elegido a Jane Austen para que me lleve a vivir con la familia Bennet en Orgullo y Prejuicio, me he creído que soy una hermana mas, de las que están en búsqueda del amor, la lucha por el futuro y de esas que tratan de sacar fuerzas para encarar el destino con determinación.



En otros sueños me he ido al Japón de épocas misteriosas y reviviendo las Memorias de Sayuri, me he convertido en una Geisha perfecta, entrenada en las artes y en el placer, entrenada para complacer, entrenada para que el hombre que me elija me considere perfecta dentro de la cama y fuera de ella. Me he maquillado de blanco, me he vestido de rojo, me he pintado los ojos y los labios¸ he vuelto a ser virgen y a dejarlo de ser, he amado.
He temblado de miedo rogando no cruzarme con Grenouille en las callecitas de París, tan solo de pensar que el pueda antojarse de crear un perfume con mi piel, y me deje blanca la sonrisa y el alma. Y en mis más profundas pesadillas, he corrido huyendo del asesino de Crimen y Castigo, como si estuviera viviendo con Dostoyevsky en la Rusia de los 1800s.
Y como soy de esas personas que para todo tiene una teoría, así nadie lo sepa yo si sé, porque Doctor Jekyll, favoreció con su fortuna a Mr. Hyde. Y prefiero pensar que siempre sé quién es el asesino que Agatha escogió, antes de llegar de cada libro a su final. Y si tuviera en esta vida una pareja con la química y el ingenio del Doctor Watson, le daría lecciones al mismo Conan Doyle de cómo puedo ser protagonista de una gran historia de ingenio y aventura. He recorrido Londres mil veces, y siempre he terminando en 220b Baker Street.


 Yo me escondí, llore y morí junto a Anna, en cada página de su Diario, en una Holanda invadida. Con ella conocí la historia del holocausto, que tantas veces mas reviví. Y con certeza confirme que Libros robaría mil y una vez, si en los zapatos de Liesel me encontrara.
Salí viva de la prisión de Marsella, donde bordee la locura con Edmundo Dantes, y junto con él realizada me sentí cuando en el Conde de Montecristo se convirtió, mudé a su celda mi refugio y  fue su libertad mi aliciente. Me imagine siendo la mujer que entre máscaras descubrió los ojos del hombre que amo y que nunca olvido.
Viví con Felipe, y me dedique a organizar y a terminar las memorias del general; y me cuestione si Aura era humana o no, y aunque dude si Consuelo era un fantasma, nunca supe si Carlos Fuente esta historia la vivió o tan solo la soñó. He querido aceptar la invitación que él me ha hecho de conocer México, la ciudad que relata cuando escribió “La región más transparente”.
Y aun así, la gente se atreve a preguntarme que porque me he conformado con tan poco, gente que no sabe que he corrido por las calles del Chile de Isabel Allende, o de la búsqueda de oro de los inmigrantes chilenos que lucharon en California, tal como la viví en La Hija de La Fortuna, si no saben cómo llore con esa niña que viajaba embarazada en la más oscura bodega de ese triste y húmedo barco. Me juzgan pensando en lo económico, en la posición social, me hablan de crecimiento profesional, porque no ven el tesoro en el que me zambullo, no ven que con cada página que leo, yo crezco, crezco en pasiones, crezco en ilusiones.

Como cuando huí con Maya, en el relato que su Cuaderno me mostró. Cuando me fui con ella a aquella pequeña isla, donde el continente pierde el nombre y entre olas el polo inicia el suyo. Y es que con esta Allende hasta me hice amiga de los Pigmeos que en su Bosque visite, y los ayude a vencer a Mbembel. O como cuando quise ser Nadia en la Ciudad y Las Bestias, y sumergirme con Alex y su abuela en los húmedos  y tenebrosos mundos que se esconden en el Amazona que bizarramente navegaron.
Y me juzga gente que no sabe del Perú de Vargas Llosa, de su Lima, de la vida en sus jóvenes y sus colegios, en La Ciudad y Los Perros;  y aun así, cuestionan mi pasión por América.

Me cuestionan quienes no conocen la insoportable levedad del Ser, ni han vivido la historia de Praga que Milan Kundera relato, ni han anhelado caminar con Teresa, hasta Tomas, o hasta alguien más.
Recorrí con Paulo Coehlo el camino del Peregrino para expiar mis pecados, y atravesé el desierto para encontrar mi propia estrella. Con él me senté a la orilla del rio piedra y llore. Y también he querido saber si como María, mi actitud fuese fuerte y coherente ante las adversidades o tomaría solo Once Minutos destruirme.
He llorado y he reído en las mismas líneas al ver la desfachatez con que escribía Benedetti, que me lleva del amor más sublime, a la lucha de los exiliados uruguayos el triste regreso del prisionero político a la esposa que des su vida en su ausencia en la Primavera con una Esquina Rota, a la inconformidad política o social. Trasladándome del dolor de una decepción, de un amor no correspondido, a los brazos de la persona amada de un solo plumazo. No, no pueden entenderlo. Y yo estoy cansada de intentar explicarlo. Porque cuando Mario, escribió, lo hizo solo para mi, cuando dijo “Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.

 No entienden que en los días de nostalgia vuelva una y otra vez a las Rimas de Bécquer, a esas oscuras golondrinas que no volverán. O que busque al Borges que parecía que escribía para mi cuando decía que “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”, para que me repita que “Estar enamorado es pensar que esa persona es única”, o el Borges que entre líneas confeso “He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.”.
No entienden que me refugie en el Neruda que me corta el aire cuando me pregunte “¿Sufre más aquel que espera siempre que aquel que nunca espero a nadie?” o cuando me manda a repetir como un mantra “Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños”... y cuando vestido de marinero dijo, “Para que nadie nos separe, que no nos ate nada” y he contado con el poema tras poema, al amor y al desamor, que me diga “Yo la quise, y a veces también ella me quiso”, y aun así saber que “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. El que me inspiro a una isla de Italia escapar. Aun así cuestionan mi pasión por mi idioma, mi cultura.

Sin embargo con frecuencia, me encuentro preguntándome si será que tienen razón, que debo hacer un pacto con la sociedad, y tomar un trabajo de oficina, e iniciar una carrera que me asegure un futuro. Pero que es el futuro? Donde esta? Quien me garantiza que? Y me desarmo a mi misma…
Así es como un viernes en la tarde, mientras mis amigas pensaban en que ropa se pondrían para salir esa noche. Yo me encontraba rumiando entre ilusiones y fantasías, decisiones y frustraciones; cuando alguien me sobresalto,  entro un cliente, un joven que distraídamente buscaba un libro que su jefe le había encargado, en pocos minutos entablamos conversación, resulto ser hablador y divertido. Así que, por alguna razón que todavía no logro esclarecer, me encontré preguntándole, si tus vacaciones fueran un libro, que destino elegirías…?


Mirándome a los ojos me sonrió, y me hablo del París del amor…del París que le llenaba la cabeza de sueños de pasión. Y quise caminar con el la ciudad que Cortazar en su Rayuela me obligo a recorrer  y seguir el ruta que Oliveira trazo. O a visitar con el aquel Cinema Paradis en un barrio de aquella ciudad, y esperar en algún puente un Atardecer en París, tal como a mis ojos un día le conto Nicolas Baurreau. Le pregunte si había pensado visitar España, respondió Barcelona, le pregunte Italia, y dijo Florencia.

Mientras lo veía pagar para marcharse…me anime y le ofrecí un café, y me dijo que no podía, pero que volvería. Me sorprendía a mi misma mirando la puerta abrirse y cerrarse, esperando volverme a sorprender con su mirada y su sonrisa. Así pasaron los días y semanas.
Poco a poco volví a mi rutina, y quise dejar que Nora Roberts, me hiciera suspirar con ese amor perfecto que un día toca a tu puerta y no dejas ir.  Y me encontré pensando en que tengo la fuerza de Anna Karenina que Tolstoi me mostró, su ímpetu y su osadía para luchar por el amor.
He soñado que al oído me han dicho que estoy como agua para chocolate, de tal forma que hasta Laura Esquivel se sonrojo. Y ya no sé si me soñé convertida en la Anastacia, de las cincuenta sombras, o si soñé que él era Christian Grey; lo que si se es que por alguna razón cada cierto tiempo volvía a pensar en el aquel joven que soñaba con Paris.
-Y tú? No has soñado alguna vez con darle la vuelta al mundo en un globo?... una voz pregunto, - Solo con Verne y por no más de 80 días, le conteste riendo, a esa voz que me hablo detrás del mostrador. No tuve que voltearme para saber quién era.

Traía en las manos un café. Colombiano, el mejor del mundo, aclaro él.

"Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro".
Emily Dickinson 


          • La canción “Banana Co.” de Radiohead, toma el nombre de la compañía que explota y tiñe de sangre el ficticio pueblo  Macondo, descrito en “Cien Años de Soledad” del Premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, novela a la cual se hace referencia en el relato. 

Más de Na Trenucima en su blog Suspiros del Alma

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