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martes, 9 de julio de 2013

La última instantánea de María Antonieta



El día 16 de octubre de 1793, a la 10:30 de la mañana, el pintor David, cómodamente instalado en la terraza del café La Régence, en la parisina calle de Saint-Honoré, realizó un apunte del natural de la Reina María Antonieta camino del patíbulo. La llevaban sentada en una carreta e iba a ser ejecutada tras más de un año de calvario. El dibujo representa a la reina como un fantoche tocado con una ridícula cofia de fámula bajo la cual asoman unos mechones de pelo lacio. En sus labios, crispados por la agonía, se muestran aún, un orgullo que parece desafiar a la plebe. Es un apunte cruel, en el que el artista quiso desposeer a su víctima de todo residuo de esplendor o hermosura, mostrando en ella la fiera cautiva que ya no podría ejercer mas sus perversidades. Para la multitud que la contempló ese día, María Antonieta era la encarnación del mal; para muchos otros fue una reina mártir y un símbolo de la majestad y la entereza. Aquel despojo que David vio pasar rumbo a cadalso había sido, sin duda, una de las reinas mas bellas que tuvo Europa y la mas primorosa joya de Francia.


Desde su nacimiento en 1755, María Antonieta, había sido sumergida en la suntuosidad de la corte vienesa, rodeada de atenciones y ternura. Su padre, el emperador Francisco I, la adoraba. La emperatriz María Teresa, como el país entero, estaba embelesada con su hija y no podía negarle ningún capricho. Sus tutores sufrieron mucho para enderezar su educación, era muy rebelde a toda instrucción a pesar de estar destinada a casarse con un Rey. Contrajo matrimonio con el delfín de Francia Luis en 1770 quién subió al trono en 1774 con el nombre de Luis XVI.
María Antonieta fue considerada por los franceses como una mujer frívola y voluble, de gustos caros y rodeada de una camarilla intrigante. Pronto se ganó fama no solo, en la corte, sino entre sus súbditos de reaccionaria y despilfarradora. Ejerció una fuerte influencia política sobre su marido, ignoró la miseria del pueblo y, con su conducta licenciosa, contribuyó al descrédito de la monarquía en los años anteriores a la Revolución Francesa. La reina pagó todos sus excesos cuando un pueblo enardecido, hambriento y en la mas inhumana pobreza se convirtió en una masa que clamó justicia. María Antonieta, terminó sus días en una celda oscura, sin apenas aire respirable y sin abrigo de la temidida Conciergerie.


La carreta desfiló ante los ojos de la multitud y de Jaques-Louis David, el pintor de la Revolución. Ninguna imagen más expresiva, ni más elocuente del enorme cambio que se había operado en ella que su famoso dibujo: No hay parecido alguno entre aquella ruina humana que marcha al encuentro de su destino y la mujer que había sido.

Autor: Nerea Acosta @lenenaza

El día de su ejecución, mientras el populacho la abucheaba e insultaba, la reina María Antonieta, en su camino hacia la gullotina, se tropezo y pisó al verdugo y ella le dijo "Disculpe, señor, no lo hice a propósito".




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