El hombre de acero es una
película claramente planeada, realizada y proyectada para lucirse en el formato
3D. Es asombroso como en una película se elabora con este único fin, con personajes cada vez más desdibujados, actores más planos, diálogos sustituidos por gritos y ruidos, e historias centradas en demostrar la fuerza bruta, ya sea de la naturaleza o del superhéroe
de turno. Parece que en el cine, y por ende en la vida también, vamos para atrás, sustituyendo la razón por la fuerza bruta. Y es que en la película que nos
ocupa más que una historia en sí, hay una sucesión de escenas a toda velocidad
donde se sufre o se disfruta, según el entendimiento de cada uno, con los
supuestos prodigios de las tres dimensiones. Así, vemos a Superman sujetando a
un autobús que se despeña, aguantando casi impertérrito un tornado, salvando
del naufragio a unos marineros con su barco, rescatando a los operarios de una
plataforma petrolífera en medio del océano o destrozando por doquier, con saña
y machaconamente todo el mobiliario urbano que se le pone por delante, debe ser
que algún sociólogo ha hecho algún estudio que demuestra que esto de que se caigan edificios impacta
mucho en el público de las salas de cine. Pero a pesar de todas estas hazañas, el director ha tenido
la consideración de llevar a cabo una obra que no va a requerir que le
dejemos ningún espacio en el armario de la memoria puesto que será olvidada con una
facilidad prodigiosa.
Frente a esto y para darle un
matiz menos pedestre y disfrazarlo, porque no es más que eso un disfraz como
esas caretas de los bailes de máscaras con las que se pretende esconder la
verdadera personalidad, el héroe sufre una crisis existencial, torturado por
una infancia llena de preguntas sin respuesta y una adolescencia repleta de
miedos, el protagonista busca su lugar en el mundo. Se trata de una
introspección psicológica tan superficial como anodina y se le notan las ganas
a los guionistas, seguramente obligados por los productores que tendrán más
estudios y sondeos de sociólogos, de acercar la película al público adolescente
o a la supuesta sensibilidad femenina. En definitiva que no es más que un
parche para rellenar los huecos entre efecto especial y efecto especial. Aunque
he leído por internet un crítico que veía en esto “un fascinante dilema moral”
y hasta encontraba referencias a la caverna de Platón yo lo veo simplista, poco
auténtico y tremendamente elemental.
Con respecto a la primera
película de “Superman”, la de Richard Donner se echan de menos muchísimos detalles,
le han quitado el calzón por fuera al superhéroe, tal vez en 3D se destacaban demasiado
ciertas partes, es un suponer claro, por cierto y aunque no venga al caso no
puedo dejar de mencionar que Henry Cavill, es demasiado musculoso de cintura
para arriba pero de cintura para abajo mengua, eso le da un aspecto de machaca
de gimnasio y un efecto poco natural para un supuesto superhombre; se echa de
menos a Christopher Reeve (aunque no fuese precisamente un Robert de Niro) con
aquella media sonrisa, o esos aires de despistado cuando hacía de Clark Kent,
el nuevo tiene menos expresividad que una marioneta de madera; Se añora la
imaginación que había que desplegar cuando los efectos especiales no llegaban
para más, eran trucos tan ingenuos, tan inocentes pero al mismo tiempo tan
efectivos que muchas veces te cautivaban y se convertían en iconos, qué decir
de aquellos hula hoops en los que estaban atrapados los malos o ese espejo
triangular en que se ven obligados a vagar por toda la eternidad, no se puede
concebir una tortura peor que esa, bueno
sí, lo mismo pero sonando continuamente una música que uno deteste; se echa de menos
a ese malo interpretado por el versátil Gene Hackman, ganador de dos Óscar por “Sin
Perdón” y “French Connection”, el nuevo villano, el actor Michel Shannon, al que muchos conocen como el agente del tesero Nelson Van Alden de la serie “Boardwalk Empire”, no es un mal actor pero en este película no se sabe bien que le han hecho pero uno no deja de preguntarse a quien le recuerda hasta que se cae en la cuenta de
que la familiaridad viene dada porque lo han caracterizado como a Tino Casal. Y eso te lleva a una conclusión: Si Tino Casal era un extraterrestre, ¿quién es
Mario Vaquerizo? Pero eso claro es otra historia.
En fin, El hombre de acero es una
película que nos devuelve al principio del cine, cuando era un espectáculo de
feria, uno de esos productos vacíos llenos de humo y aire, de trucos y
subterfugios para llevar a la gente al cine con el reclamo de colores intensos,
sonidos estruendosos, marionetas y prodigios mecánicos que se mueven sin que intervenga
el ser humano, como decía al principio vamos para atrás en lugar de hacia
adelante, ahora eso sí si asumes todo esto puedes pasar un rato medianamente
entretenido, inocuo y muy fácilmente olvidable o lo que es lo mismo, una
tremenda nada sin ninguna emoción, que ha costado la friolera de 200 millones
de dólares. Lo mejor es que te hace recordar con añoranza y un tremendo respeto
aquel “Superman” de Richard Donner, cuando los directores eran artistas no
mercachifles contratados para conseguir beneficios a toda costa y por encima de
cualquier otra consideración.
Autor: Gacela
Nunca hubiera imaginado que Superman diera para tanto. Interesante articulo, felicito a su autora. Es muy difícil llegar a tan acertados comentarios y sobre todo, arrastrar a otros al análisis sobre algo que a primera vista no tiene brillantez. ¿Eres crítica de cine?
ResponderEliminarGacela no es crítica de cine, pero sí una gran aficionada al séptimo arte. Nos hará partícipes de muchas curiosidades y anéctodas relativas al cine y otros ámbitos.
Eliminar"SI tino Casal es un extraterrestre" ¿quién es Mario Vaquerizo? pues claro que no hay comparación. A propósito voy a dedicar unas letras: 22 años hace que nos dejó Casal. 22 años sin s presencia. 22 años sin su carisma. 22 años sin sus nuevas composiciones musicales. 22 años sin su magia...
ResponderEliminarQué rápido pasa el tiempo... Parece que fué ayer cuando ocurrió aquel fatídico accidente de tráfico que a todos nos pilló por sorpresa. AQUEL 22 DE SEPTIEMBRE DE 1991. Ojalá no hubiera existido esa fecha en el calendario. Pero el destino ya estaba escrito. Había llegado la hora de partir...
Han pasado ya 22 años de todo aquello, pero en nuestros corazones y en nuestra mente sigue todo muy fresco,como si fuese ayer.Cuando a una persona se le quiere y se le admira es así...No puede ser de otra manera. Gracias GACELA. (yo una admiradora de este gran Tino Casal)
QUÉ BONITO LO QUE ESCRIBE GACELA, PERO MUY HERMOSO LO QUE ESCRIBES RESIGNADA, DA GUSTO LEEROS. GRACIAS.
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