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miércoles, 23 de octubre de 2013

Cuando fui una atormentada....

Allí, subida en lo alto de la colina, alcé los brazos y le imploré al cielo que tuviese compasión. Dos lunas llenas habían pasado desde cayeran las primeras gotas sobre nuestras cabezas y desde entonces, no había cesado de llover intensamente.
-Dios de la lluvia, ¿Por qué nos castigas con tanta crueldad? –le imploré con lágrimas en los ojos. ¿Acaso no hemos ofrecido ya suficientes sacrificios en tu nombre?
Pero no obtuve respuesta alguna. Demasiados años habíamos obviado Su presencia divina mientras agotábamos todos los recursos, llegando incluso a creernos invencibles, seres capaces de dominar a las fuerzas de la Naturaleza con nuestra arrogancia y avaricia.
-Te has llevado a mis dos hijos y todavía no has tenido bastante. ¿Qué más podemos hacer para que nos perdones?
Tenía las piernas hundidas en el barro, anclada en esa tierra que nos había dado tantas cosechas y que ahora no era más que un cenagal. Estaba agotada, hacías días que apenas comía nada. Sin poder evitarlo, dejé que mis piernas temblorosas flaquearan, cayendo de rodillas  sin dejar de mirar a la aldea inundada. Fue entonces cuando, rendida ante tanto dolor, pensé que quizá merecía morir también. Ya no tenía fuerzas para más súplicas, ni ganas de seguir viviendo en aquel infierno de negrura y putrefacción. El espacio ocupado por mi alma destrozada sólo albergaba ya la resignación de un fin inminente. Sin más anhelo que la suerte de estar exhalando el último hálito de oxígeno, me dejé caer hundiendo el rostro en la hierba mojada. Cerré los ojos y me abandoné escuchando el continuo rumor de las gotas mancillando mi cuerpo. Y fue en aquel instante, agotada ya toda esperanza, cuando mi débil oído comenzó a escuchar como el devenir de aquella tormenta se hacía cada vez más pausado hasta dejar el valle sumido en un absoluto silencio. Tendida sobre el fango, abrí lentamente los ojos y contemplé un sobrecogedor arcoíris atravesando las montañas. El diluvio había terminado y la vida comenzaba otra vez a brotar. Yo me había ofuscado en lo despiadadamente caprichosa que era la naturaleza a veces pero sobretodo, había olvidado que todo tiene un principio y un fin. Un final y un comienzo…



"Al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad".
Albert Camus


*Ya se puede leer el microrelato "Pensado en ti" de Ismael H y podéis votar por él del 26 de octubre hasta el 10 noviembre en el siguiente enlace: 
 http://www.clubdeescritura.com/convocatoria/ver/micropostal/2114


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