Es muy frecuente que nos llenemos
del romanticismo que narran las bellas historias de amor escritas por
inspirados escritores, que las sintamos como propias y creamos que amores como
esos solo se pueden leer en novelas o en sentidos poemas. Lo cierto es que, hay
historias, no escritas sino vividas por sus auténticos protagonistas que hacen
palidecer cualquier historia creada por la inspiración, para ser contada.
Hace pocos días, por una
situación personal, recordé una historia que me contaron la primera vez que
estuve en Roma. En aquel momento me pareció muy romántica pero, ahora al volver
a esa ciudad y pasear por el Trastevere, me deje llevar hasta la que se supone
fue la casa de una hermosa mujer, que es la protagonista de aquella historia.
Se trata de la casa de “La Fornarina” De la misma forma que yo callejeaba por
el barrio, un día paseó Rafael Sanzio y ante él encontró a la que iba a ser, no
solo su musa, sino su gran amor. Como en todo lo narrado por los historiadores,
no hay acuerdo entre ellos sobre la verdadera historia de esta relación, salvo
algunos detalles obtenidos como conclusión del análisis de un cuadro que Rafael
mantenía oculto en su estudio y que apareció tras su muerte. De este cuadro
solo tenían conocimiento sus más allegados y sus discípulos. Yo conozco la
historia que cuenta el pueblo, la que ha venido rodando de generación en
generación y que no ha sido escrita sino narrada verbalmente.
El joven Rafael llegó a Roma
procedente de su Urbino natal y después de haber hecho un periplo artístico por
Siena, Venecia y Florencia, donde se había codeado con los grandes genios de la
pintura del momento, el alto Renacimiento. Entre ellos el gran Leonardo y
Miguel Ángel, con los cuales trabajó como aprendiz. Ya en Roma, recibe el encargo de decorar las
habitaciones privadas del papa Julio II. A partir de ahí comienza la
popularidad del pintor y empieza a ganar mucho dinero, porque toda familia de
bien, quería un cuadro hecho por sus manos. Tras la muerte del papa, fue
confirmado en su cargo por León X, que más que un papa, actuaba como mecenas de
grandes artistas. Era tanta la admiración que despertaba, que un importante
cardenal le ofreció la mano de una de sus sobrinas, con la cual se comprometió.
Rafael tenía fama de hombre
libertino y enamoradizo. Frecuentaba las pecatricci (pecadoras) cortesanas y
eran famosas sus fiestas y juergas. Paseando un día por el Trastevere, entró a
una panadería atraído por el olor del pan recién horneado, allí conoció a
Margarita Luti, apodada La Fornarina por ser la hija del panadero. Cuenta la
tradición popular que el pintor quedó prendado de la joven. Los paseos por
aquel barrio comenzaron a ser cada vez más frecuentes. Se inició un tórrido
romance entre los dos jóvenes que llegó a crear cierta dependencia en el
pintor, tan marcada, que necesitaba tenerla cerca para poder inspirarse y
pintar. Al mismo tiempo, el cardenal constantemente le recordaba el compromiso
que había adquirido con su sobrina. Rafael, nunca rompió el compromiso pero,
siempre encontraba alguna disculpa para no cumplirlo.
La tradición cuentista romana,
tan exagerada como romántica, cuenta que Rafael y Margarita se casaron en
secreto. Era una forma de cumplir con su amada y al mismo tiempo, ocultarlo a
una sociedad que señalaba a Margarita por su origen humilde. El amor entre ambos era tan intenso que sus
horas de lecho eran interminables, no lograban saciarse. En una de esas
entregas llenas de pasión y sin saber el tiempo que habían dedicado a la misma,
Rafael terminó con altas fiebres que ningún médico supo controlar. Agonizó
durante varias semanas y durante ese tiempo imploró a Margarita que se
mantuviese alejada. No olvidó a
Margarita en su testamento, legándole un gran patrimonio aunque esta lo
rechazó. Margarita se recluyó en un convento a los cuatro meses de la muerte de
Rafael, muriendo pocos años después.
Cuanta verdad y cuanta leyenda
hay en la historia se desconoce, como todo lo que cuentan los historiadores, de
acuerdo a la simpatía que les inspirara el personaje. Lo cierto es que, una vez
recuperado el cuadro de “La Fornarina” se han podido analizar algunos elementos
que podrían confirmar la historia contada por los romanos. Una de las alegorías
más destacadas es el brazalete que luce la dama en su brazo izquierdo, donde se
puede leer claramente el nombre de Rafael. En uno de sus dedos, originalmente
fue pintado un anillo, al parecer de casada y que posteriormente fue tapado por
sus discípulos. Pero tal vez, lo más llamativo sea la perla que ella luce en su
turbante, según los entendidos, claras insinuaciones del matrimonio clandestino
de la pareja.
Me gusta la historia contada por
la gente de Roma. La prefiero a las confrontaciones de los historiadores llenas
de datos y fechas. Me gusta oírla contada con la euforia llena de magia que
impregnan los romanos a todas sus historias y más, cuando está el amor de por
medio.
Solo un dato más: Cuatro meses
después de la muerte del pintor, en el Convento de Santa Apolonia del
Trastevere, se registra la entrada de una “viuda Margarita”, hija del panadero
Francesco Luti di Siena.
"En toda historia de amor
siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida,
porque las historias de amor encierran en si, todos los secretos del
mundo"
Es cierto que es poca la fiabilidad que puede llegar a transmitir este bello romance, en boca de historiadores. Mas, lo mejor es quedarse con la pasión que unió a aquellos amantes clandestinos.
Es cierto que es poca la fiabilidad que puede llegar a transmitir este bello romance, en boca de historiadores. Mas, lo mejor es quedarse con la pasión que unió a aquellos amantes clandestinos.
ResponderEliminar