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lunes, 3 de febrero de 2014

¿Que fue de aquella televisión?


Mi novela favorita es Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós, sé  que no es la mejor novela jamás escrita pero en esto de los gustos muchas veces se interceptan sentimientos y se asocian con recuerdos íntimos de la vida privada que nos enturbian la razón de la verdad objetiva pero no se pueden evitar o al menos yo no quiero dejarlos atrás y por eso aunque mantengo la salvedad del gusto propio, reitero que para mí es mi libro preferido, la habré leído ya varias veces, he perdido la cuenta, antes una vez al año solía caer y nunca he dejado de pensar o mejor dicho de sentir la belleza que me inspira el libro.
Sin embargo cuando pienso en Fortunata y Jacinta lo más curioso es que lo primero que me viene a la mente no es un libro, es una serie de televisión porque para mí no fue primero el libro y luego vi la película o simplemente me limité a ver la película, para mí el origen de todo estuvo en una serie de televisión que se hizo allá por el lejano año 1980 y que a mí aunque tenía menos de 10 años me resultó maravillosa y fantástica.

La monumental novela de Galdós fue llevada a la pantalla por el director Mario Camus, director,  también entre otras grandiosas películas como Los santos inocentes, La casa de Bernarda Alba o La colmena. En aquella época la televisión aún tenía intenciones, esperanzas o ganas no sé como llamarlo, de llevar la cultura hasta cada casa y una de las maneras que se propusieron fue la adaptación de grandes obras de nuestra literatura. No sé de quien fue la idea de que la dirigiese Camus, sólo sé que el director cántabro estaba encantado con el proyecto porque suponía un gran reto y le gustaba lo que significaba de aprendizaje nuevo del oficio de director y porque siempre ha sido un amante de la buena literatura.
Esta asociación dio como fruto una serie o incluso para algunos una película muy extensa porque el resultado fue de una excepcional calidad tanto en la dirección como en la fotografía, puesta en escena, música y sobre todo fue magistral en las actuaciones. Mario Camus , en colaboración,  llevó a cabo el guión;  un guión que resultó bastante fiel a la novela al menos en la medida de lo posible, en una traslación a la pequeña pantalla de la novela.  
Además también estuvo a su cargo de la elección de los actores de la obra. Y éste es a mí parecer uno de los más grandes aciertos del director. Así,  a lo largo de la serie vemos desfilar toda una serie de inmensos actores, algunos veteranos, otras ya consagrados, otros jóvenes promesas, pero todos o casi todos,  son perfectos trasuntos de sus personajes. Está claro que la dirección que llevó a cabo Camus, eligiendo o destacando un aspecto de las personalidades más o menos complejas de las figura, o las indicaciones que supo transmitir a sus actores fueron claves, pero esa elección dentro del panorama tan rico de la escena española de entonces fue difícilmente insuperable. 

Es cierto también que los actores supieron dar lo mejor de sí en sus trabajos. Y es que esto no podía ser de otra manera cuando aún permanecían entre los mortales, actores de la talla de Fernando Fernán Gómez, Mari Carrillo, Manuel Alexandre, Francisco Rabal o María Luisa Ponte. Así mientras vemos la serie no hay más remedio que quedarnos con la boca abierta ante ese despliegue de talentos y dar las gracias al director santanderino por reunir a ese elenco de genios.

La novela de Galdós, y por extensión la serie televisiva,  tiene como tema principal un triángulo amoroso. La historia relata los amores de Juanito Santa Cruz, hijo único de una familia de adinerados burgueses comerciantes, su esposa Jacinta, procedente del mismo entorno social y la que será su amante en diferentes etapas, Fortunata, de un extracto social inferior, al que en la novela se alude como de pueblo,  y lo que hoy llamaríamos proletariado, pero como la novela transcurre durante el tercer cuarto del siglo XIX esta denominación no resultaría correcta, y también porque las diferencias de clases en la época eran mucho más diferentes entonces de lo que fueron después, y de lo que son ahora. Pero no os sé decir si esas diferencias entre ricos y pobres no serán mucho más abundantes y sangrantes que en la época de la novela en los tiempos que nos quedan por vivir.

Aunque Juanito sea el eje vertebrador de la novela,  por un lado por ser el vértice que concentra los dos amores de los personajes femeninos, y por otro lado por ser una figura que simboliza en Galdós el típico burgués, el típico español medio de la época, en un momento en que en España lo mismo había una revolución que la más profunda apatía social, un gobierno de derechas que de izquierdas, tan de izquierdas como podían ser los gobiernos en 1875. De ahí que este niño mimado a lo largo de la novela vaya dando bandazos, lo mismo estudiante aplicado que jovenzuelo frívolo, lo mismo adúltero desconsiderado y egoísta que amante simpático y tierno, lo mismo arrepentido pero de nuevo vuelto a caer en la deshonestidad, aunque como decíamos sea uno de los protagonistas, las verdaderas protagonistas son las dos mujeres que dan título a la novela: Fortunata y Jacinta.

Jacinta está interpretada por la actriz Maribel Martín, esta actriz no se ha prodigado mucho por las pantallas, lamentablemente porque me parece una actriz muy bella y que aquí hace un estupendo trabajo como la sufrida mujer de Santa Cruz, ella representa el orden al que su díscolo marido vuelve después de los levantamientos, es además la personificación de la maternidad frustrada, y estos dos aspectos relevantes del carácter de Jacinta, Maribel Martín supo representarlos con espléndida solvencia, personifica excelentemente la dulzura del personaje, cómo es capaz de ver más allá de los convencionalismos y ponerse en el lugar del otro, es llamada ángel en más de un momento de la novela porque ella será en parte la encarnación al final de la novela de un posible acercamiento, de una probabilidad de futuro en armonía entre el pueblo y las clases altas. Esto es naturalmente cuando Galdós aún creía en la burguesía.

Fortunata, encarnada por una Ana Belén,  a mi modo de ver magnífica en su papel de mujer de pueblo, es mi personaje favorito, no aparece en la novela hasta bastante tarde y la vamos conociendo muy poco a poco, sobre todo a partir de recuerdos de Santa Cruz que le obliga a revivir su mujer, sin embargo de personaje secundario se convertirá en auténtica protagonista, de ser un típico arquetipo de mujer de pueblo, primitiva y en cierta medida salvaje, la heroína irá creciendo, cambiando a medida que el entorno, las gente,s y sobre todo los hombres con los que por necesidad tenga que convivir la modifiquen, así, de verla como un ser unívoco de una sola cara la veremos enriquecerse, convertirse en un ser humano de carne y hueso al que comprendemos en sus aciertos, sus desvaríos y sus delirios porque Fortunata o Ana Belén nos los irá transmitiendo, tal vez se podrá decir de esta actriz que le falta un grado por debajo en la escala de lo primitivo pero creo que esa tibieza de los inicios se verá compensada por lo bien que la actriz sabe llevarnos por sus encendidos delirios amorosos de la última parte, la explosión final cuando decide enfrentarse con su adversaria en amores y no me refiero curiosamente a Jacinta, es suficientemente ardiente como para compensar esa frialdad inicial. Es un personaje magnífico, una de las primeras veces en que el pueblo es retratado desde dentro, entendiéndolo porque el autor se ha metido en su mente y ha vivido sus vidas y Ana Belén lo hace magníficamente.
Al lado de estos personajes hay otros secundarios pero que en una novela de esta magnitud tienen una importancia clave. Así tenemos a Evaristo Feijoo, interpretado por el gran Fernán Gómez, será uno de los hombres que pasan por la vida de Fortunata, intentará inculcar a su amante su manera de ver la vida, lo que él llama filosofía práctica,  que no es otra cosa que intentar vivir con sensatez, que este personaje intenta poner en práctica en todo momento, al menos hasta que conoce a Fortunata de la que se enamora a una edad ya avanzada y con la que no duda en convivir, intentando aplicar su modo de vida a esta nueva situación sin darse cuenta de que ha dejado un resquicio a la falta de sentido común al enamorarse ya mayor de una mujer mucho más joven. La naturaleza se impondrá y no servirán de nada todas sus prevenciones y sus astucias, la vejez le alcanzará de pleno, y la senilidad se apoderará de él. El tema de la lucha del hombre por imponerse a la naturaleza y como ésta sale vencedora será capital para todos los escritores decimonónicos.
María Luisa Ponte, actriz por la que yo siento especial debilidad, hace de Doña Lupe, suegra durante un periodo de Fortunata, éste personaje parece hecho a medida para la Ponte, especializada como nadie en personajes de carácter fuerte  e incluso llegando a ser odiosos. En este caso la madre política de la protagonista tiene uno de esos defectos que a mí me resultan especialmente desagradables,  el de creer  poseer siempre la razón y lo que es peor,  intentar convencer a los demá,s a toda costa,  de su verdad. Además es un ser bastante mezquino, una usurera con pocas entrañas que prima sobre todo el dinero y la posición social. María Luisa Ponte bordaba estos papeles de mala y los hacía tan ricos en matices que te atrapaban aún a pesar del instintivo distanciamiento que sería lo que correspondería. Era la Bette Davis española. O Bette era la Ponte americana.
Y por supuesto tenemos a otros actores menos conocidos pero que merecen también mención por su esencial aportación, por ejemplo, otro actor que a mí me gustó mucho desde ese momento, es Manolo Zarzo.  En la serie interpreta a Ballester,  otro de los hombres de la vida de Fortunata, caracterizado entre otras cosas por su gran corazón. Éste actor hizo una interpretación tan fiel que nunca he podido leer la novela sin imaginarme a este personaje con la cara de Manolo Zarzo. Otro actor que es imprescindible citar es Mario Pardo, el tímido y enfermizo marido de Fortunata, encarna con gran maestría al enamorado que llega a enloquecer de deseo; Charo López es la amiga alcoholizada de la heroína, ella sí es salvaje y ordinaria, quiere a Fortunata pero sobre todo adora el alcohol que la tiene atrapada y será su ruina. Y así podríamos seguir y seguir porque cuesta no mencionar a Luis Ciges como Ido del Sagrario, a Berta Riaza como Guillermina, y a tantos,  y tantos otros porque hasta los personajes que a priori pudieran parecer más insignificantes consigue Galdós por mediación de  Mario Camús hacerlos inolvidables.  Ahora me acuerdo de la monja enana que ayuda a Charo López con su síndrome de abstinencia y la adicta le llamaba palabras cariñosas para seducirla y que le trajese aunque fuese un dedalito del maldito brebaje que la tenía embrujada: cañamón, cañamoncito, le soltaba pero a la otra le hacía gracia y allí iba hasta ella andando con su pata de palo tic tac tic tac.... y es que todos los personajes desde el primero hasta el último se quedan contigo para siempre.

Dejando de lado los actores, es significativa la fotografía, que crea fantásticos bodegones o se recrea en escenas costumbristas; la música también es reseñable, así lo mismo se mezclan sonidos orquestales con música de organillo, la puesta en escena y la ambientación están excelentemente conseguidas, tanto los interiores con sus puntillas, sus bordados, sus largos pasillos de las antiguas casas de familia bien, hasta los exteriores en escenarios naturales del Madrid de la época.
No había vuelto a ver la serie desde que la estrenaron en televisión y cuando me la compré en DVD temí que se hubiese quedado anticuada, los primeros momentos me hicieron pensar que mis sospechas se cumplían, esa música tan propia de las producciones españolas de la época de la transición, el ritmo tan pausado en que se desenvuelven los personajes, los colores tan propios de los ochenta pero poco a poco la serie te rodea, te envuelve y te atrapa,  y te imaginas como un personaje más, por la cava de san Miguel, la plazuela de Pontejos o en la plaza mayor creyendo ver a lo lejos a Feijoo más envejecido que nunca, consolando a Jacinta porque llora al no tener hijos o buscando tras una esquina a Fortunata  que camina distraída con la mente en su único amor Juanito Santa Cruz.
Camus cayó rendido ante la novela de Galdós y con esta gran serie nos dio su versión de lector enamorado. A mí como espectadora me enamoró también, completando el círculo que se había propuesto el director. Deseo que si os decidís a verla a vosotros os suceda también, si os ocurre decirle a Fortunata que no merece la pena que llore por el galán de Juanito y saludarla de mi parte. Allí nos veremos.

Autor: Gacela

“¡Andar así, llevados en las alas del tren, que algo tiene siempre para las almas jóvenes de dragón de fábula, era tan dulce, tan entretenido...!”

Benito Pérez Galdós (Fortunata y Jacinta)



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