Como todos los días, Helena
pasaba muy temprano por aquella calle dirigiéndose a su trabajo. Verla pasar se
había convertido en la mayor ilusión para Pablo, quién también, todos los días,
se sentaba en la misma mesa de aquel café desde que había llegado a la ciudad.
Desde el primer día, la había visto y le atrajo la manera ágil y liviana con la
que aquella chica caminaba. Su paso era rápido pero, parecía que flotaba. Su
melena se movía al compás de su paso y le daba un aire mágico a su cara. Pasaba
sin mirar a ninguna parte, parecía indiferente al mundo, aunque Pablo intuía
que ella sabía que no era para nada indiferente a los demás. Aunque lo anhelaba,
Helena nunca giro su cara para al menos, cruzar una mirada con él.
La esperaba todos los días como
quien espera al sol. Los fines de semana se habían convertido para él en la
búsqueda de aquella figura y aquella cara en todas las mujeres con las que se
cruzaba pero, era una ciudad muy grande y tendrían que actuar todas la
casualidades del universo como para que aquello ocurriera. Por esa razón,
esperar para verla pasar de lunes a viernes, había empezado a ser su razón para
levantarse sonriendo.
Pero, sucedió un viernes. Helena
no pasó. Para Pablo aquello había sido como un mazazo. Esperó por encima del
tiempo al que ella acostumbrara pasar, miraba calle arriba y calle abajo
esperando verla aparecer. Nada. Se tuvo que ir, ya llegaba tarde a su trabajo
pero, se fue con un temor que le recorría todo el cuerpo ¿Y si no la volvía a
ver?
Ese fin de semana fue especialmente triste y
desconcertante para Pablo. Inútil era buscarla porque ya sabía que no la
encontraría en las jóvenes que pasaban por su lado.
Se levantó muy temprano y con
ilusión dobló la esquina en dirección a su mesa de siempre, en aquel café. Su
primera impresión ya fue muy decepcionante, la mesa estaba ocupada. Siguió
caminando “tal vez a la persona que estaba allí no le importaría cambiar de
mesa” pensaba. A medida que se iba acercando se iba convenciendo que esa sería
la solución. Se acercó y la joven que estaba allí sentada se giró y le dijo
“llegas tarde” Helena, estaba más hermosa que nunca.
Autor: @lenenaza
"Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte"
Fernando Pessoa
Precioso Nerea y real como la vida misma, ¿vá a seguir la historia? quiero saber de Pablo y Helena, en que acabarán ó ha acabado, en fin, soy una romántica como tú Nerea. Escribes precioso, enhorabuena y felicidades.
ResponderEliminarSolo quiero felicirarte y gracias y que sigas así eres maravillosa niña.
ResponderEliminarEres una romántica y compartes tus fantasías con los demás, lo que quiere decir que también eres muy generosa. Ha sido un verdadero placer leer una historia tan urbana, que nos podría pasar a cualquiera que no se rinda porque cree en el amor.
ResponderEliminarDeja que mi amor te rodee como
ResponderEliminarla luz del sol, y que, aún así,
te de libertad iluminada.
Rabindranath Tagore
Me rindo ante tu sensibilidad.
A veces, la situación que pueda resultar mas simple y sencilla, es una historia en si. Todos tenemos historias pero, al ser propias nos parece que no tienen importancia. El amor siempre creará historias y cada una de ellas estará llena de emociones encontradas. Si nos dedicáramos a escribir las nuestras, nos encontraríamos con que el amor, todos lo vivimos como algo sublime y digno de escribir y contar.
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