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miércoles, 7 de noviembre de 2018

Mirando el otoño



Mirando el otoño

Mirar los diferentes matices del verde de aquellas sinuosas colinas desde la ventana, se había convertido en la primera y más importante imagen de todos sus días. Con su tazón de café y la mirada llena de color, se dispuso a comenzar el día, intentando, una vez más, que la inspiración hiciera aparición de un momento a otro. Para ella, parecía en ese momento, que ya todas las historias de amor se habían escrito. De sus propias manos habían salido dos grandes historias que la habían catapultado al éxito literario. Ahora, se sentaba, como todos los días a esperar que algo le diera ese motivo que necesitaba para crear la más bella de todas.

Mabel, decidió empezar abriendo su correo. Diariamente recibía una cantidad inmensa de correos de sus admiradores. Hizo un repaso y con una sonrisa observó todos los que le resultaban repetidos. En medio de todos ellos, le llamó la atención uno en particular que tenía por título “No sigas de largo”, lo abrió y pudo leer solo una frase: “Si has llegado hasta aquí, es porque te ha movido lo mismo que me llevó a tus libros: la curiosidad” Sin darle más importancia, continuó revisando el correo. Hasta que, pasados unos minutos, sintió el impulso de volver a leer aquel mensaje. Pocas veces contestaba a los correos con algo más que una frase de agradecimiento pero, se decidió a contestar al nuevo admirador con el mismo desparpajo con el que se había dirigido a ella: -¿Pudiste saciar tu curiosidad?
No habían pasado ni cinco minutos cuando entro la respuesta: “Cada palabra leída me ha llenado aún más de curiosidad” - Bueno, al menos algo diferente hoy, pensó Mabel. Entre correo y correo, se fue pasando la mañana y sin darse cuenta, parte del día. No sentía que estuviera perdiendo el tiempo, estaba justo donde ella quería, sin compromisos sentimentales con nadie y viviendo en el lugar idílico que siempre había soñado; en el centro de la nada verde, bajo un cielo nítido.  Comunicarse con aquella persona le hacía ameno el tiempo y la distraía un poco de su búsqueda de inspiración.    
Iván sabía casi todo de Mabel. La seguía desde que solo escribía alguna pequeña historia en un periódico de gran tirada. Desde que leyó su primer articulo, despertó en él una gran admiración y curiosidad. Estuvo pendiente de la presentación de su primer libro e hizo lo posible por estar presente en ella. Cuando la vio de frente por primera vez, entendió que no se había equivocado con ella. No era una mujer especialmente hermosa pero, emanaba un atractivo que envolvía al que estuviera cerca. Seguía cada una de sus apariciones en tertulias o a través de la prensa. Cuando Mabel presentó su segundo libro, Iván estuvo varias noches sin conciliar el sueño, intentando organizar todo para poder ir y volver a verla.

Comenzaron a tener ese tipo de relación que sin darnos cuenta se convierte en adictiva. Mabel, a medida que pasaban los día se mostraba más confiada y le contaba un poco su día a día. Le describía su entorno y por qué había decidido quedarse allí, le hablaba de sus experiencias y de sus proyectos. Ya no solo se enviaban correos, ahora lo hacían a través de Chat. Iván por su parte le contaba también a que dedicaba su tiempo y le narraba como si fuese un locutor deportivo, sus encuentros de tenis con los amigos, sus escaladas por montañas altamente peligrosas y lo bien que lo pasaba cada vez que salía a caminar por la playa con su perro. Reían mucho contando sus anécdotas. Se dieron cuenta ambos, que aún estando lejos, se extrañaban pero, también se acompañaban. Mabel, comenzó a escribir lo que sería su más emotiva y brillante historia. Empezaba a nacer la necesidad de verse, de tocarse, de entregarse todo aquel sentimiento que iba creciendo con los días. Ambos, empezaron a hacer planes para ese encuentro y a medida que los hacían, se iba escribiendo la historia que ellos querían vivir. Fueron muchas las declaraciones de amor, fueron muchos los deseos expresados, tantos que por una de las partes, comenzó a dominar el miedo. 

Iván llevaba dos días sin responder a sus correos o entrar al Chat, esto tenía muy nerviosa y triste a Mabel. Su mente se llenaba de mil posibilidades, todas demasiado pesimistas, todas la hacían concluir que algo le había pasado. Al tercer día, sobre la media tarde, entró un correo, era él. Mabel no cabía en su alegría y lo leyó de forma eufórica, creyendo que eso no la dejaba leer bien intentó tranquilizarse, lo releyó: “Querida mía, se que te haré daño pero, a ti no puedo engañarte, eres tan especial que no mereces una mentira. No podremos vernos, he conocido a alguien que me ha llenado de ilusión y quiero darle y darme una oportunidad. Por favor, no me odies.” 
Mabel, se quedó mirando a la pantalla del ordenador durante mucho rato. Aparte del dolor intenso que sentía en el pecho, solo sintió como corrían las lágrimas por su cara. Se levantó, se dirigió a la ventana y esta vez vio el color ocre de las colinas. Se quedó allí, no tenía prisa.  Iván, una vez enviado el mensaje, cerró el correo, apagó el ordenador y rodando su silla de ruedas hacia atrás, se dirigió a la ventana, era otoño.       
 Autor: Nerea Acosta (@lenenaza)


"El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma".

 Aldous Huxley