“¡Maldita suerte!, ahora que
había encontrado un lugar agradable para vivir, vine a cometer este
imperdonable error de táctica. El lugar me gusta. A decir verdad no es
"tan" agradable, pero sí muy superior al anterior que era oscuro y
aburrido. Aquí es más amplio y principalmente acogedor. Hasta me duele recordar
mi vivienda anterior. Allí pasé el invierno y lo que es peor, mi juventud, los
huesos se me congelaban y para encontrar que comer era necesario caminar
bastante antes de encontrar algo que no siempre resultaba agradable. Pero
gracias a una de esas caminatas aventureras fue que vine a dar a este
departamento. Me decidí por el cambio aunque las escalinatas no son de mi
predilección por cuestión de mi corta estatura. Después de todo, no soy mucho
de estar saliendo de casa, si el lugar me gusta puedo pasarme días enteros sin
salir. Así que lo tomé. Como dije antes cometí un grave error, pero ya estoy
tratando de salir de él, es cuestión de paciencia y un poco de cerebro.
Por las noches me gusta merodear
por allí y no hay quien se interponga. El vecino no molesta mucho, de vez en
cuando se aparece, principalmente durante el día, y hace su rutina, azota
puertas, escandaliza con su música, y bueno, no es precisamente lo que yo
quisiera, pero puedo vivir con ello, a cambio de las ventajas. Por ejemplo
cuando deja ir agradables olores de lo que está cocinando. Y por supuesto esto
satisface a mi imaginación virtualmente, pero desgraciadamente me abre el
apetito, el que no siempre puedo apagar con un buen bocado. Estoy tratando de
distraerme un poco para que no me entre el pánico de este problemita que me
tiene atrapado. Puedo moverme pero no siento que puedo ir muy lejos.
Por lo general duermo hasta
tarde, me gusta la noche y salgo con frecuencia a disfrutarla, no sé, su
silencio, las sombras me hacen sentir protegido. Sin embargo ha habido veces que no me siento
tan seguro. La otra noche salí a dar una vuelta por allí, bueno, bueno... tenía
hambre y salí a buscar algo. De pronto un ruido, una luz intensa y me topé
frente a frente con mi vecino. Francamente no supe qué hacer, me dio miedo,
vergüenza, no sé. Salí corriendo tan veloz como pude, tropecé, me caí de una
altura considerable, me dolió, pero seguí corriendo hasta ponerme a salvo tras
una pared que me condujo a la oscuridad de mi guarida donde me sentí
completamente a salvo. No tengo porqué dar explicaciones, pero vivo con la
impresión de que mi vecino me odia. Por ello es que preferí no enfrentarme a su
cara de pocos amigos. Yo no me quejo de sus ruidos ni de sus impertinencias, no
veo porqué me tenga que odiar, y sin embargo me odia, lo sé, estoy seguro que
si pudiera me mataría. No se necesita ser inteligente para darse cuenta de que
hay gente que tiene instintos perversos. Yo no me meto con nadie, tal vez es
por eso que prefiero la noche, así no tengo que darle los buenos días a nadie.
Me aborrece y tengo mis razones para suponer que ese tipo puede tener mucho que
ver con este problema que me tiene aquí atorado sin poder hacer nada. Esto
empezó a los pocos días en que encontré este lugarcito, yo ni siquiera sabía
que tenía un vecino hasta que una tarde, así de pronto nos encontramos en el
pasillo. Me miró amenazadoramente y creo que hasta me hizo señas amenazadoras y
gritó alguna obscenidad que no entendí, en ese instante yo ya estaba pataleando
a toda velocidad para evitar cualquier problema. ¡Vaya! no me iba a quedar para
averiguar qué tan malignas pudieran ser sus intenciones. Así que desde ese día
he extremado mis precauciones para no cruzarme con ese tipo. Sin embargo con
todo y los cuidados para evitar un enfrentamiento que obviamente resultaría con
funestos resultados para mí, vine a caer en este problema. Ni quería pensar que
pudiera ser un verdadero problema, aunque a estas alturas ya estoy convencido
de que sí lo es. Llevo ya bastante rato pegado a este mugrero y aun cuando
empleo todas mis fuerzas, no logro despegarme. Al principio pensé que era
cuestión de paciencia, pero no resultó, se me agotó la calma y empecé a tratar
de salir por la fuerza pero resultó peor. Ahora ya estoy desesperado. Salí a
merodear en busca de algo de comer y caí en esto que supongo es una maldita
trampa que me puso el vecino. Estoy seguro que todo esto es producto de sus
ganas de molestar. Como no me volvió a ver, buscó la manera de hacerme caer en
esta trampa pegajosa. No es justo, ya no me preocupa el hambre, lo que quiero
es salir de aquí, pero me doy cuenta de que será imposible, tengo pegadas en
esta cochinada mis dos patas y una mano... y la cola.
“Qué desgracia tener vecinos tan
criminales”