Ruido
de barrotes…empieza otro día…
Me hago una
bola en mi cama de piedra (o de mierda, que es lo mismo) mientras la realidad
se mezcla con mis sueños creando una simbiosis realmente irreal, pero dulce
como ella sola, que me sumerge en una utopía de felicidad pura, amén de
proporcionarme un subidón mañanero muy pero que muy gozoso. Lo aguanto. Trato
de que ese trozo de paraíso mental se me quede clavado en el cerebro para poder
ser por siempre feliz, pero es imposible. Los ruidos chirriantes y horribles de
siempre me sacan de mi ensueño hecho de cabello genital de ángel para traerme
de vuelta a la cruda realidad de estar viviendo en el ano infectado del
mismísimo demonio. En un desesperado intento de volver a mi Edén, hago todo lo
posible para volver a evadirme, como un palurdo que intenta, sin lograrlo, que
mediante el “dubi-dubi” se le vuelva a poner tan dura como la cara del rey.
Pero esa es una tarea hercúlea donde las haya así que desisto enseguida.
Me
levanto de un salto procurando mentalizarme para lo que me espera, pero el frío
y el malestar me golpean de tal forma que caigo rendido de rodillas. Derrotado
antes de empezar a luchar, menuda miseria la mía. Un día de estos no tendré
fuerzas ni para mover este ataúd errante lleno de desperdicios al que llamo
cuerpo, acabándose así mi desafortunada odisea psicotrópica por los oscuros
arrabales de la existencia. Me cago en la puta… Últimamente no puedo evitar
ponerme ñoño y sentimental, he debido de coger algún virus maléfico de mierda.
Consigo incorporarme de milagro, apoyado en la pared de mi mugrienta celda, y
cierro los ojos con fuerza para poder detener el enorme caudal de dolor y
paranoia que revienta mi organismo, pero solo consigo morir un poco más con
cada respirar, con cada bocanada de aliento perdido en manos de mi puta desgracia.
Casi no puedo ni con mi alma. Necesito un tiro en la sien para sentirme bien.
Me
entretengo un rato en mi mundo, pensando sobre las degeneraciones más sórdidas
posibles, hasta que me doy cuenta de que me están observando. Abro los ojos con
mucha “parsamonia”, porqué sé lo que me espera. Un garrulo, tan grande como
descerebrado, me mira a través de unos “birojos” ojos, negros como su propia
alma, de la misma manera que un paleto sureño mira a sus ovejas encerradas, con
la superioridad que le da el saber que tarde o temprano te acabará dando por el
culo. Literalmente. O literanalmente. Da lo mismo, la cosa es que estoy bien
jodido. Daría lo que fuera por no tener que ver a estos engendros retrasados
nunca más. Joder, ya te digo. Me rebanaría el escroto al cero de la misma.
¿Dónde ostias hay que firmar? Lo que sea con tal de no sufrir más
humillaciones, vejaciones y palizas de estos malnacidos. Pero no nos engañemos.
La única salida es el suicidio, y no pienso regalarles ese placer.