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lunes, 22 de junio de 2015

Épilogo para una época (IV)



             Una vez cayó por un boquete una gran estatua antigua, su brillo dejó ciegos a la mayoría de los creadores que la vieron. Un vagón especial se la llevó para ser puesta en el mercado y vaciarla de poder.


            Exterior. Es una palabra que significa un abstracto; la repite la televisión continuamente. Antes hablábamos de aire, mares, montañas... ahora es lo de fuera, los de fuera.


           Alguna gente cuenta haberlos visto: altos,  blancos como la estatua antigua dispuesta a la venganza.

           Se cuentan muchas leyendas como la que  les otorga alas. O cetros con los que empujan a los que caen a las vías según la policía.


        Mucha gente habla en los programas de televisión con miedo sobre ellos. Eso entretiene.


         Autor: Conrad Quevedo (@theyoungQuevedo)









lunes, 8 de junio de 2015

A mil mares en calma #DiaMundialdelosOceanos






“Te echo de menos, cariño, como siempre, pero hoy especialmente, 
pues el océano ha cantado para mí, 
y la canción relataba nuestra vida juntos”

Nicholas Sparks







Más de Símar en su blog Fantasy Tales  




domingo, 7 de junio de 2015

Bajo el influjo de los vampiros


En el cine, en los libros, en las series, los vampiros casi siempre son representados como seres atractivos, sensuales, misteriosos, fascinantes, atormentados que buscan su propia redención a través del amor. En la película de Francis Ford Coppola "Drácula", basada en la novela Bram Stoker, se nos muestra un Conde Dracul, exquisitamente interpretado por Gary Oldman, con todos los tópicos del ideal romántico del siglo XIX. Se nos muestra como un ser sensual, cautivador, lánguido, espectral, melancólico, un enamorado perpetuo que hará todo lo que sea por reencontrase con su amor.

Otro ejemplo lo podemos encontrar en la película "Entrevista con el Vampiro", basada en las Crónicas Vampíricas de Anne Rice, donde los vampiros son héroes románticos eternamente atormentados en su constante búsqueda por ser amados. Pero no olvidemos que estos seres fascinantes tienen su lado oscuro,  son depredadores que necesitan la sangre de sus víctimas, la voluntad de las cuales es doblegada hasta convertirlas en sus siervos.

miércoles, 3 de junio de 2015

Ser de agua





Ser de agua.
Una Ser de agua.
Una sonrisa de agua.

Tal vez no sea un rostro, tal vez no sea
sirena, tal vez ni de Marte, ni de la Luna.
Soy agua cristalina para quien lo vea.

Tan de agua y marea,
para el que tenga sed, como viento y huracán,
para el que quiera arrasar.

A mí hay que temerme cuando sea viento,
mi  parte de agua es la parte danzante.

Soy sólida y estable como una gota de agua.

¿Podrá mi agua apagar tu fuego? 
¿Puede el sol utilizar a la luna de espejo?

Me he visto a mí misma reflejada en
aquellas aguas, subida a las rocas,
cantando al mar y liderando a las gaviotas.

Mujer de agua y viento. Luna en agua.
Sol en viento. Agua clara que expresa.
Viento fuerte que olvida.

El agua puede ser clara o de colores.
Que siempre sea transparente.

Llega un momento en la vida en el que no se
necesita gritar para ser agua clara.











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Recuerdos...


Recuerdo que no lo olvidaba.
Que aunque cerrara los ojos para sumergirme en mí mismo, no podía abandonarlo, dejar fuera aquel dolor profundo que había descubierto. Esa sensación de mirarla y que doliera. Y aquel olor a tiza y a ungüento contra las espinillas que lo envolvía todo…

Recuerdo que así descubrí lo que ahora sé que tiene nombre, pero que cuando lo percibí por primera vez no tenía sentido. Para hacerte sentir desnudo frente a todo y a todos, y sin respuestas. Sin resortes para contarlo, porque ni siquiera sabes lo que está ocurriendo. Solo que algo se ha roto por dentro para nunca volver a ser lo mismo. Nunca.
Decidí guardar aquel instante para siempre.
Que no lo olvidaría jamás. 
Y así al sonar el timbre que daba paso al recreo, garabateé con premura la hora, el día; aquel momento en el viejo cuaderno de anillas que aún guardo, y que a veces hojeo para volver a aquel segundo. A aquel pasillo en penumbra y a sus ojos. A la sensación de que algo me quemaba por dentro como no había sentido nunca, y como tal vez nunca volveré a percibir como aquella primera vez.
Aquella mañana en la que sin saber cómo ni porqué, mi corazón dejo de latir por un instante. Para detener el mundo, y con él, yo mismo. Aquel dolor dulce, inenarrable, tan íntimo frente a ella.