En el cine, en los libros, en las series, los vampiros casi
siempre son representados como seres atractivos, sensuales, misteriosos,
fascinantes, atormentados que buscan su propia redención a través del amor. En
la película de Francis Ford Coppola "Drácula", basada en la novela Bram
Stoker, se nos muestra un Conde Dracul,
exquisitamente interpretado por Gary Oldman, con todos los tópicos del ideal
romántico del siglo XIX. Se nos muestra como un ser sensual, cautivador, lánguido, espectral, melancólico, un enamorado perpetuo que hará todo lo que
sea por reencontrase con su amor.
Otro ejemplo lo podemos encontrar en la película "Entrevista
con el Vampiro", basada en las Crónicas
Vampíricas de Anne Rice, donde los vampiros son héroes
románticos eternamente atormentados en su constante búsqueda por ser amados. Pero no
olvidemos que estos seres fascinantes tienen su lado oscuro, son depredadores que necesitan la sangre de
sus víctimas, la voluntad de las cuales es doblegada hasta convertirlas en sus
siervos.
Aunque en el mundo real los vampiros inmortales no existen,
si existen personas que pueden tener
una personalidad vampírica, que a nuestros ojos
pueden parecer atractivos,
sensuales, fascinantes, inteligentes, encantadores, creativos pero que al igual
que los vampiros de las novelas y del celuloide necesitan beber de la energía y
de los sentimiento de los demás para poder sobrevivir.
El modo de actuar del vampiro emocional no es diferente al
que se nos muestra en el cine o en la literatura, sus víctimas suelen quedar fascinadas por su
envolvente personalidad y al inicio de su relación se manifiestan como un
principie azul pendiente de cualquier necesidad de su presa, su presa es un
mayor tesoro, y así se lo hace saber. La presa sólo ve el maravilloso ser que el
vampiro quiere mostrar, se siente
atraído, embrujado, maravillado por él,
y acaba sucumbiendo a sus encantos y al
igual que en las películas, acaba convirtiéndose en su siervo. Es en este
momento cuando, de forma sutil, de forma sibilina, el vampiro deja de prestar
atención a la otra persona. Lo hace poco a poco, sin llamar la atención, y ante
esta forma de actuar, el otro se muestra miedoso de perder a su supuesto
príncipe azul y por ello se deshace en elogios y detalles hacia su
depredador. Ese miedo a perder el objeto
de sus deseos hace que la presa someta su voluntad a la del otro, se convierte
en un dependiente emocional.
La presa es capaz de justificar y disculpar cada desplante,
cada olvido, cada mala acción del ser amado, se hace culpable de todo lo malo
que puede pasar en su relación no siendo capaz de ver la realidad que vemos los
demás. La presa perdona todo por amor
sin darse cuenta que eso no significa
que el otro sienta lo mismo. Cuando el
vampiro ve que su presa ha sucumbido totalmente a sus encantos, pierde el
interés por ella, la presa comienza a ser un estorbo, empieza la fase de
destrucción de la relación, pero como buen depredador, antes de dejar a su
presa, busca una nueva con la que volver a saciar su hambre.
Muchas veces no nos damos cuenta que estamos ante un vampiro
emocional y nos culpabilizamos de todo lo malo que sucede alrededor de la
relación. Nos llegamos a autoconvencer que poseemos todos aquellos supuestos defectos
que dice que tenemos, y todo esto es gracias a la acción destructora que el
vampiro ejerce sobre nosotros. Llegamos a hacer oídos sordos a los avisos de
los demás respecto a nuestro depredador ya que pensamos que él no tiene la
culpa de nada que somos nosotros la fuente de todos los fallos.
Nos puede resultar difícil salir de esta situación, y cuando
uno oye diferentes voces que nos previenen de nuestro depredador debemos
escucharlas, atender su mensaje aunque no queramos oír aquello que nos dicen
porque duele. Cuando antes uno sea consciente de lo que realmente está
ocurriendo podrá coger su ristra de ajos y su estaca y acabar con el influjo al
cual nos tienen sometido nuestro vampiro para volver a ser nosotros, la cosa
más valiosa que uno puede tener.
Si uno pasa por esta experiencia tiene un sexto sentido para
detectar a los vampiros emocionales, se convierte en un cazavampiros mucho más
eficaz que el propio Van Helsing.
"(...) Bueno, ya saben a qué tendremos que
enfrentarnos; pero tampoco nosotros carecemos de fuerza. Tenemos, por nuestra
parte, el poder de asociarnos...Un poder que les es negado a los vampiros;
tenemos fuentes científicas; somos libres para actuar y pensar, y nos
pertenecen tanto las horas diurnas como las nocturnas. En efecto, por cuanto
nuestros poderes son extensos, son también abrumadores, y estamos en libertad
para utilizarlos. Tenemos una verdadera devoción a una causa y un fin que
alcanzar que no tiene nada de egoísta. Eso es mucho ya".