Abrió su maleta y fue colocando la ropa en el armario de aquella inmensa
habitación de hotel que tenía para ella sola. Su mirada se desvió hacia la
puerta de la terraza desde donde podía contemplar la arena blanca y el mar azul
turquesa. Pero ni esa espectacular vista pudo evitar que las lágrimas asomaron por sus ojos al
pensar en su particular “annus horribilis”, en lo poco que quedaba para
finalizar este año que se había convertido en una pesadilla.
A principios de año a su padre le diagnosticaron Alzheimer. Hacía poco más
de dos años que sus padres se habían jubilado y cuando empezaban a disfrutar de
una vida relajada, de una vida plena, después de habérsela pasado trabajando
día tras día para sacar adelante el pequeño negocio de ultramarinos que tenían
en uno de los barrios de la ciudad, siempre madrugando, casi ningún día de
fiesta y siendo pocas las veces en que la familia entera se fue de vacaciones. Este sacrificio hecho por sus padres, les permitió a ellas y sus otros dos hermanos disfrutar de una vida fácil y poder estudiar aquello que quisieron. Durante
las primeras semanas después de la fatal noticia todo eran promesas de ayuda y
el tan socorrido “aquí nos tienes para lo que necesites”, pero al cabo de los días todas aquellas
promesas se evaporaron como el humo, y tanto ella, como sus hermanos y su madre
se encontraron solos ante aquella cruel enfermedad. Y ante esta situación volvió a surgir la
valentía, el coraje y el empeño de su madre, que siempre les hizo seguir
adelante ante cualquier adversidad. Su madre hizo frente a los nefastos
pensamientos y los malos augurios que todos tenían respecto a la enfermedad del
padre y decidió luchar para retardar lo que más pudiera que su marido cayera en el oscuro pozo del olvido. Y decidió que disfrutaría de la vida junto a su marido,
y es por eso que en aquellas fechas estaban embarcados en un crucero, haciendo aquello que tenían pensado hacer
antes de aparecer la enfermedad. Ella declinó la invitación de su madre para
que los acompañara en el viaje, pero al ver la actitud de su madre ante la
situación que estaba viviendo, perdió el miedo y ese estúpido pudor a viajar
sola y rebuscando entre las ofertas de
última hora de las web de viajes encontró aquello que siempre quiso hacer,
disfrutar de la última puesta de sol del año en una paradisíaca playa.
Una vez tuvo colocada la ropa en el
armario, se puso el traje de baño y cogió
el pareo, las sandalias y aquel libro que siempre tuvo olvidado en la mesilla
de noche dispuesta a tomar el sol en una de aquellas tumbonas que estaban cerca
de la orilla del mar. Siempre pensó que este viaje lo haría con Miguel, el que fuera su pareja durante más de 10
años. Su relación se había enfriado y vuelto monótona, y más aun con el mazazo del diagnóstico
de su padre, ella pasaba más tiempo en casa de sus padres, ayudando en todo todo lo que podía, dejando de lado
a su pareja, de la cual tampoco obtuvo el apoyo esperando. Pero lo que nunca
pudo imaginar es que a principios de junio Miguel le dijera que había conocido
a otra persona y que iba a iniciar una nueva vida junto a ella. La misma noche
en que Miguel se fue se encontró terriblemente sola, las lágrimas no dejaron de
brotar de sus ojos, y un profundo dolor
invadió su cuerpo, un dolor que fue mitigando con el paso de los días, de las
semanas, de los meses, pero que aún hoy seguía latente en su interior.
Se quedó embelesada
mirando la jaula vacía con la pequeña puerta abierta. Dejó los pinceles sobre
la mesa auxiliar que tenía al lado del caballete y se acercó a la barra,
extendió el brazo y un pequeño pájaro de
colores muy vivos y brillantes se posó en su mano. Cecilia lo aproximó a su
cara y el pajarillo pareció entender lo que ella pretendía, agachó su pequeña cabecita para dejarse rozar
por los labios de ella. Dio unos pasos
hasta uno de los rincones de la habitación, al lado de un gran ventanal desde
donde se podía ver el parque y la gran
avenida que bullía por el trasiego de gente y estaba inundada de luces
parpadeantes y de muchos colores. Se sentó en el suelo. El pajarillo revoloteó
un poco, pero volvió por sí mismo a posarse en ella, esta vez en su hombro.
Se lo trajo él una
tarde, un día donde la alegría flotaba en el ambiente mientras Cecilia adornaba
con guirnaldas y luces todo el apartamento. Serían las primeras Navidades desde
que se decidieron a compartir sus vidas. Era muy pequeño y venía en una bonita
jaula, como si fuera cualquier cosa
menos algo que tenía vida, pero en aquel momento no lo vio de esa
manera, le pareció que era uno de los regalos más bellos que Ángel le había
hecho. Para ella que disfrutaba tanto de los colores y del brillo que producía
la luz sobre ellos, aquel pajarillo le
parecía una bella creación de la naturaleza. Le producía ternura y ella misma
se sorprendía sonriendo cuando lo miraba anonadada, era tan bonito. Colocó la
jaula en un lugar donde pudiera verla desde su estudio, para contemplarlo mientras pintaba. Enseguida pensó que por su
porte y aquella arrogancia que le daba el saberse bello, tenía que tener un
nombre. Desde que lo oyó trinar por primera vez supo el nombre que
merecía. Lo llamó Pav, le parecía un
pequeño Pavarotti que con sus trinos le dedicaba dulces serenatas. Ángel río a
carcajadas cuando le dijo el nombre del pajarillo y la miró agradeciéndole la
ternura que ofrecía con cada una de sus ocurrencias.
Nada presagiaba que en pocos días todo
cambiaría y todas esas hermosas vibraciones se transformarían en recuerdos.
Ángel la abandonó, pero no fue un abandono consciente, ni deseado, tampoco la había
abandonado porque desapareciera el amor. Se había ido para siempre, se lo había
arrebatado una carretera fría, mojada y solitaria, impidiendo que volviera a
casa, a sus brazos. Cecilia se sumió en
una espantosa melancolía. Como una autómata recogió todos los adornos navideños
y los regalos que había comprado para Ángel los metió en una caja y los donó.
Los días empezaron a parecerle todos iguales, sin luz, ni deseos de
encontrarla. Dejó de pintar y vagaba por aquel apartamento como un fantasma. Se
había convertido en una autómata y una presa voluntaria, no solo de aquellas
paredes, sino de una conducta depresiva.
Parecían miles de estrellas
multicolores que se apagaban y se encendían como si estuviesen bailando. La
mirada de Hakin se mantenía fija, sin pestañear para no perderse todo aquel
brillo y alegría. Estaban lejos, pero,
también el cielo estaba lejos y sin embargo era su techo y bajo él le gustaba
soñar con todo lo que les contaba su padre, a él y a su hermana Aisha. Una noche también se empezaron a escuchar
canciones muy dulces y melodiosas, nunca las había oído, pero le gustaban.
Entre ellas, podía distinguir las voces de algunos niños y niñas que se
acompañaban por un sonido que parecían campanillas o panderetas. ¿Qué
significarían aquellas canciones que sonaban tan celestiales? – se preguntaba
mirando hipnotizado a lo lejos. Preguntó a su padre y este le dijo que
celebraban la navidad y le volvió a contar historias de esas que le parecían
llenas de magia y siempre tenían un final feliz, y volvió a soñar...
… Sus padres, Aisha y él, vestían
ropas nuevas y calzaban cálidas botas.
Su madre se afanaba en la cocina preparando un exquisito cordero y los
dulces preferidos de todos para la gran cena. Su padre ya había colocado luces
en el jardín y como la familia estaba muy feliz, también adornaron las ventanas
con guirnaldas y farolillos. Aisha colocaba la mesa y él le iba alcanzando los
platos blancos, los nuevos, los que habían comprado en la ciudad cuando fueron
a ver al señor gordo con traje rojo y barba blanca que traería caramelos y regalos. Con toda seguridad, un
tren para él y muñecas para su hermana...
Sintió el olor de las viandas y
su boca se hizo agua pensando en el sabor de aquellos manjares. Volvían a oírse
los cantos de los ángeles a los que se había acostumbrado, pero esta vez,
parecían más festivos. Intuía que había llegado la gran noche y no quería dejar
de mirar hacia el lugar de donde provenía tanta felicidad. El cielo se
iluminaba con fuegos, pero estos no hacían daño, estos eran de fiesta. Aunque
su padre se lo explicó, no entendía muy bien lo de celebrar el nacimiento de un
niño que luego sería Dios – Si es Dios ¿por qué Aisha y yo no estamos también
cantando y comiendo pasteles? - pensó.
Tú que naciste desde el consenso
y que fuiste votada por una acaparadora mayoría de la población y que en tu
articulado estableces que las leyes y las normas deben estar supeditadas a ti
como máximo garante de nuestro ordenamiento jurídico, vemos, como un día sí, y
otro también, los que nos gobiernan retuercen tus principios mediante la
promulgación de leyes únicamente dirigidas a satisfacer sus propios intereses, olvidando que gobiernan y
legislan en pro de todos los ciudadanos y no sólo para unos cuantos, no sólo
para aquellos que les votaron, no sólo a
los cuales les deben algún tipo de rédito político.
¿Has visto lo que están haciendo
con los derechos fundamentales que tú nos garantizas? ¿Sabes que lo pretenden
hacer con el derecho a la libertad de expresión y difusión de pensamientos,
ideas y opiniones? Supongo que no te has enterado que el pasado 1 de julio aprobaron
la Ley Orgánica de protección de la seguridad ciudadana únicamente
dirigida a restringir el derecho de
manifestación y de libertad de expresión mediante sanciones pecuniarias
desorbitadas, sustituyendo el miedo a la cárcel por expresarnos, por el miedo a
la ruina económica.
Seguro que tampoco sabes que se
ha aprobado una ley de tasas judiciales que entorpece el acceso a la justicia
gratuita y que han vaciado de contenido del principio de justicia universal del
cual tu siempre fuiste bandera y que a partir de ahora los jueces españoles ya
no podrán perseguir crímenes contra la humanidad fuera del territorio nacional.
Que debido a las múltiples interferencias de los gobernantes y sus políticos
acólitos en muchos de los casos judiciales por corrupción se está pervirtiendo
el principio de independencia judicial.
Que poco a poco, ley tras ley,
decreto tras decreto, resolución tras resolución, y en algunos casos en la
letra pequeña del BOE, están
finiquitando el Estado del bienestar que tú garantizas a lo largo de tu
articulado. Que quieren acabar con la enseñanza libre y gratuita, con un
intento de imponer de una determinada ideología en el temario, con más recortes
en los ya exiguos recursos de la enseñanza pública y con la imposición de unas
elevadísimas tasas universitarias que harán, como en los tiempos del blanco y
negro, que sólo los hijos de los pudientes puedan acceder a una titulación
superior.
El olor a pan recién hecho las
despertó. Lentamente, casi de puntillas,
se asomaron a la cocina y el asombro fue mayúsculo cuando vieron la mesa
preparada con mantel, leche caliente y un dorado pan que todavía estaba humeante. Se miraron,
no entendían que estaba sucediendo. Juntas se acercaron a la puerta de la
pequeña casa y pudieron ver a la abuela María en el huerto, arrancando las
malas hierbas. Sus manos tenían las señales de los años y del trabajo duro de
la tierra de casi toda una vida. El tiempo implacable se había acomodado en
ella mermando sus recuerdos y estos se fueron enfriando, congelándose en alguna
parte de su memoria. Había sido una mujer llena de recuerdos, de esos que se
atesoran y no se comparten, llegando a convertirse en secretos. Una mujer
fuerte para el trabajo y cuya única debilidad había sido su hija Giulia y
luego, su nieta Olivia.
Giulia la observaba, con ternura,
casi con adoración. Su madre estaba allí, tal y como la recordaba, como si todo
siguiese igual. Amaba a su anciana madre, porque a pesar de la dura vida que
les había tocado vivir, nunca le había faltado una caricia, una palabra bonita
o una sonrisa resplandeciente cuando la miraba. Siempre pensó que su madre guardaba un gran secreto y siempre presintió
que eso tenía que ver con su propio origen, pero jamás la importunó con preguntas. Solo sabía que, siendo muy
joven, había trabajado con una familia de aristócratas de Florencia y recordaba
cómo una vez, siendo ella una niña, su madre la llevó a una gran casa llena de
cosas bonitas y lujosas. Allí la vio llorar por primera y única vez. Cuando recordaba a su padre, no encontraba
nunca la sonrisa de su madre, tampoco recordaba un gesto cariñoso de parte de
ninguno de los dos. Su padre murió
siendo ella todavía una niña y tampoco recordaba tristeza en el gesto de su
madre, tal vez lástima, pero no dolor. Hacía ya un par de años que su madre
había empezado a apagarse, a olvidar hasta las cosas más sencillas, a hablar
poco y cuando lo hacía, apenas balbuceaba palabras inteligibles. Sólo sonreía y
su cara se iluminaba cuando Olivia aparecía
en la habitación. Era una joven
alegre y dulce, con rasgos muy hermosos que, muchos decían, recordaban a los de
su abuela cuando era una jovenzuela.
Anciana durmiendo de Nicolaes
Maes (1656)
Olivia se acercó a la abuela para
cubrirla con su chal.
-¿Estás bien nonna?
La abuela la miró con sus
profundos ojos azules.
- Si hijita, he dormido muy bien.
La joven no podía reprimir su asombro cuando
la oyó hablar con tanta claridad. Entrelazó su brazo y la acompañó hasta su
sillón, al lado del brasero. Mientras tanto, Giulia, un poco atolondrada por la
situación, le preparaba un tazón con pan remojado en la leche que les había
dejado sobre la mesa. Después de
desayunar, la joven se sentó a los pies de su abuela y recostó la cabeza en su
regazo, con ternura, queriendo trasmitirle su calor. La abuela acariciaba con
dulzura la cobriza melena de su nieta mientras le tejía unas trenzas.
Un día Patricia Dávila nos envió su relato Un alma errante, y al leerlo uno se transporta a una atmósfera misteriosa, sensual y elegante. Después de este relato vinieron otros más como Perdido por un poema, Vuelve, o El cristal de tus ojos que hacen que uno se introduzca más y más en ese clima, en esa atmósfera creada por la autora con sus palabras…. Y fruto de sus relatos se ha hecho realidad el sueño de Patricia Dávila su libro Un mundo para dos, una novela romántica y sensual. El libro nos cuenta la historia de Lorena y Javi, que se conocen a través de las redes sociales, y cuya relación, a través del “ciber-contacto”, está rodeada de problemas. Ella ha sufrido en el pasado y él lleva consigo una fuerte carga sentimental que hará peligrar la relación, descubriendo juntos el lado oculto de las redes sociales y las dudas que se generan en torno a una relación de este tipo... ¿Podrán vencer todos los problemas que surgen a su alrededor o dejarán escapar esta oportunidad?
Pasado la tarde con una lectura...
Y teniendo unos días libres que iba a pasar un lugar perdido entre la
montañas, en un lugar totalmente desconectado del mundo, un lugar donde
las tardes se pueden hacer muy largas,
donde poco o nada tienes que hacer, el lugar ideal para poner “Un mundo para
dos” en la maleta y adentrarse en su historia. En una tarde de esas, donde todo el
mundo duerme la siesta, me acomodé en el
sofá y empecé el libro descubriendo a su protagonista, Lorena, una mujer, joven,
inteligente, no muy consciente de su atractivo, o al menos es eso lo que ella
piensa; una mujer sensata, prudente, insegura y hasta cierto punto cohibida, que
pocas veces se deja llevar por la
impulsividad, por el deseo. Un día, casi obligada por su amiga y compañera de piso Eva, una mujer totalmente
contraria a ella, desinhibida, conocedora de su atractivo y sin miedo a vivir
la vida como y con quien quiere, Lorena es empujada por Eva a hacer algo para
romper con su vida rutinaria, para buscar ese cambio que ella parece desear, y
para ello opta por abrir una cuenta en una red social, aunque sin muchas
esperanza de que ese cambio se produzca… Pero en la inmensidad de la red encuentra a Javi, con la cual desde un principio surge una atracción especial,
una conexión que hace que no puedan dejar de comunicarse a través
la red, y todo ello sin haber visto sus caras. Y llega un día en que Lorena
vence sus miedos y envía una fotografía a Javi, y ambos, por primera vez, ve sus rostros y en ese mismo momento se produce una primera llamada. Y es en esa
misma llamada donde la pasión contenida se desborda, siendo el inicio de una relación
que hará despertar a Lorena de su letargo, que la hace sentirse viva, deseada,
sin miedos. Pero Javi no es libre del todo, su vida se debate entre aquello que
quiere y aquello que le ata, una atadura de la cual la culpabilidad nunca le
dejará ser libre, ya que su libertad podría suponer el fin para otra persona, y
es por ello que su relación parece tener fecha de caducidad, donde ambos
parecen ser conscientes que no continuará….
Con la lectura de libro “Un mundo
para dos” esas tardes largas y aburridas se hicieron cortas, un libro que cuando
lo empiezas quieres saber qué pasará con Javi y Lorena, unos personajes en los
que muchos se pueden sentir identificados, en sus miedos, en sus pasiones, en
sus deseos, en su lucha entre el deber y el querer y las funestas consecuencia
de su elección. Un libro no sólo recomendable para aquellos que les guste novela
romántica para adultos, sino para todos, un libro que te invita a romper nuestras
barreras, nuestros miedos, nuestras cohibiciones relativos al amor, al sexo, a
la vida, que nos invita a vivir como uno quiere, no como los demás
desean. Podéis obtener más información del libro y adquirirlo en el siguiente enlacehttp://www.amazon.es/gp/product/B00Y6MO1Z8?tag=http://www.amazon.es&*Version*=1
La autora... Patricia Dávila
"Nací en un día de
final de febrero en Lima, Perú. Desde pequeña siempre me encantó la literatura
y devoraba todos los libros que llegaban a mis manos. Ya en el colegio me
divertía escribiendo mini historias a mis compañeras de clase y hasta cartas de
amor inexistentes que luego nos divertíamos leyendo. Con el paso de los años y
no fue hasta hace poco que decido dar el salto a la literatura romántica y
probar suerte con mi primera novela “Un Mundo para Dos”. Actualmente compagino
mi trabajo en el área de Finanzas con la escritura de mi segunda novela".
Qué débil es la llama de una vela, indefensa ante el
viento criminal que la apaga, dejándole solo la opción de elevarse y
desaparecer siendo humo, aún más frágil. Qué frágil es la vida, pero también,
qué indefensa cuando nos sorprende el vendaval sin sentido del fanatismo y la
venganza que decide que no hay más opción que la muerte. Y entonces, nos damos
cuenta que, muchas veces, la vida, nuestra vida, depende del sinsentido de
otros, de la locura de quienes precisamente no sienten ningún respeto por ella.
Y entonces, miramos alrededor y nos encontramos con la mirada de las personas a
las que amamos y una punzada de dolor nos dobla imaginando que cualquiera de
ellos podría apagarse, como la llama de una vela, por decisión del terror de
quienes están tan vacíos que no conocen el amor.
Hoy el dolor se ha apoderado de todos los que amamos,
porque no es fácil desprenderse de la imagen estremecedora de quienes han
perdido lo amado en manos del terror. Es
muy difícil dejar de pensar en las victimas que, ni siquiera, pudieron sentir
el suspiro que separa la vida de la muerte. Hoy nuestro corazón y nuestras
oraciones los acompañan a todos, sin diferencias de raza, ni religión, porque
solo imaginando que una pequeña parte de su dolor lo podríamos sufrir en carne
propia, es la forma de acompañarles en
tan triste momento.
Este blog, donde se reúnen libremente todos aquellos
que juntan letras para desinteresadamente ofrecerlas a quienes las aman, no
puede ser indiferente ante una realidad que golpea al mundo. Desde estas páginas nos unimos a todos
aquellos que hoy lloran una tragedia que conmociona a tantas almas y unimos
nuestra voz a la gente de bien para clamar por la paz.
Hay una niebla espesa
que no me deja mirarte de frente,
me paraliza
congelando los latidos del pecho,
no quiero mirarte y
sin embargo te veo, te escucho, te siento sin que imagines
¡cuánto me dueles
Mundo!
Me hieres cada día
sin piedad, indiscriminadamente,
con la impotencia de
no poder hacer nada.
Creyendo en el fondo
de mis entrañas que sí puedo cambiarte, Mundo.
Cómo decirte, cómo
expresar lo que siento por ti,
las maravillas que
moran en ti,
que te quiero y que
me parte el alma y la vida verte así,
despiadado, gritando,
ensangrentando el blanco del amor y el azul de la vida.
¿Eres todo o eres
parte?
Esta ilusa, rebelde
que se debate por creerte una vez más,
que no somos todos y
que queremos luchar, vivir y ser felices por y en ti.
¿Pero qué nos haces?
Dividirnos, partirnos
y dejar nuestras mandíbulas rígidas y tensas ante tanta impunidad.
Que la vida no vale
nada en aras de un mensaje erróneo universal,
mirar hacia otro
lado, mundo privilegiado anestesiado.
Llevo tantas vidas
junto a ti, batallando y queriéndote a la vez,
que me siento vieja,
cansada y harta porque te resistes a cambiar,
porque de justicia no
entiendes,
que de maldad
entiendes mucho más que un corazón que solo quiere
quererte, abrazarte y
sanarte de la ponzoña del odio de los siglos.
Te has perdido tantas
veces que ya ni veo el suelo que piso,
si es sangre o
inertes vidas apagadas.
Si nado sobre tus
aguas teñidas de rojo
e imagino que las
medusas son las almas airadas de los que buscaban dignidad.
Mi destino va unido
al tuyo, te doy mi mano, te acompaño
Abrió la puerta de casa y un silencio lo invadió todo, extraño que no
hubiera nadie. Dejó el bolso y el abrigo colgados en el perchero de la entrada
y se quitó los zapatos, y decidió aprovechar uno de esos pocos momentos en qué se encontraba
sola en casa para darse uno de los pocos caprichos que podía permitirse; así
que se dirigió al baño y encendió el grifo de la bañera y cuando el agua
alcanzó la temperatura deseada la llenó echándole aquellas sales de
baño que alguien le había regalado por su cumpleaños. Mientras se desvestía,
su cabeza no paraba de pensar, en la grave crisis que estaba
atravesando su matrimonio debido a la precaria situación económica en la que se encontraban, crisis que parecía irremediable al comportarse ambos más como un par de extraños que comparten piso que como una pareja; en la profunda depresión en la que había
caído su marido después de haber perdido su trabajo 3 años atrás, siendo incapaz de salir de ese pozo sin fondo; en qué su exiguo sueldo de secretaria apenas
le alcanzaba para pagar el alquiler, y los suministros de agua, gas, y
electricidad…
...Y un suspiro de alivio salió de su boca al pensar cuan peor
podría ser su situación si se hubieran comprado aquel piso de exagerado precio 7
años atrás. En el instinto animal que le salía de las extrañas al ver u oír decir a
los políticos de turno que la precaria situación en la que se encontraban muchos se debía al haber vivido por encima de sus
posibilidades años atrás aunque ahora para todos la situación había cambiado y las cosas empezaban a mejorar... Pero
¿Quiénes eran esos todos?…
Su interior no podía soportar esa sensación de impotencia, vergüenza y culpabilidad al tener que pagarle sus padres casi todos los
meses alguna factura porque su sueldo no daba para más. Pensaba en la tristeza
que la invadía cuando sus hijos, de 5 y 7 años, heredaban la ropa de sus primos
y que tuvieran que comer cada día en casa de los abuelos ya que ni con la beca
alcanzaba para el pago del comedor del colegio, y lo mucho que ayudaba este
hecho a la economía familiar; no podía dejar de pensar en la suerte que tenía de poder acudir a su
familia si las cosas pudieran torcerse un poco más.
Y al acabar de desvestirse entró en la bañera y se sumergió completamente
en el agua, sintió que todos los músculos de su cuerpo de destensaban, en lo etérea, liviana y ligera que se sentía dentro del agua, en como disfrutaba
escuchando el sonido del silencio, mientras en su cabeza sólo se repetía un
único mensaje calm down, calm down, calm down…
El otoño comenzaba a sentirlo en
la piel mientras bajaba la pendiente del castillo hacia Nerudova. Hacía días que había decidido tomar ese
camino para llegar a Mala Strana en vez de atravesar el Callejón del Oro, contraviniendo
los consejos de su madre, pero es que el callejón le parecía demasiado sombrío
a esa hora de la madrugada. No es que hubiese más movimiento a esa hora por el
barrio, pero al menos, las fachadas de los palacios eran bonitas y armoniosas y
eso hacía la caminata más llevadera. Lo llamaban el Camino Real y él lo
recorría a diario, “pero en vez de corona, llevaba un cesto con pasteles”,
pensó y sonrío. A pesar de verlos a
diario, le llamaban la atención los símbolos con los que se identificaban las
casas: el león, los violines, los cisnes…
- ¡Joven! ¿te quedan pasteles de
crema?
Oyó la voz de una mujer que le
pareció que venía de la casa de los soles.
Se detuvo en seco y giró la cara hacia la casa, pero no vio a
nadie. Cuando iba a reanudar el paso volvió
a oír la misma voz con la misma pregunta y de nuevo buscó hacia el mismo lugar.
Nada. Pensó que tal vez era alguna
criada levantada a esa hora para sus labores que tenía ganas de bromas, por lo
que no hizo mucho caso y continuó su camino.
A los pocos pasos se encontró de frente, sentada en un pequeño muro, a
una mujer cubierta con una capa roja, cuya capucha no dejaba ver con claridad
su rostro y en la mano una mugrienta bolsa de tela. Se sobresaltó y no atinó a decir nada. La mujer, con una voz más suave y un tono muy
bajo le volvió a preguntar:
Una vez
existió un latido, un tic-tac que se vio roto durante su desgastada vida. Un
corazón inamovible, congelado durante periodos infinitos, bañado por la
oscuridad, el frío y la cruda soledad. Hasta que un día, escuchó un pequeño golpe, un tic que asumió
era irreal, inventado, ficticio. Una
pequeña brisa que rozó su pecho, haciéndole sentir inseguro. Escucho otro
golpe, un tac que le recorrió el cuerpo, invadiendo cada espacio de miedo. Creó
otro mundo paralelo, donde el latido no supusiera un peso. No existía dolor, porque
no dejaba que hablará su esperanza. Tampoco había cabida para el amor, pues no
creía en él. La luz le bañaba poco a poco, alcanzando todo su espacio. El
tic-tac luchaba por hacerse oír, por recordar que aún existía. El corazón
luchaba para devolverle a la vida, la cabeza se llenaba de teorías elementales,
vacías, pero que le hacían retomar el
control.
El miedo reía,
caminaba a sus anchas apagando la luz y su sonido, día tras día; dando por
ganada su batalla, jugaba con ese sentimiento porque se sentía fuerte, ganador.
Mientras su pecho yacía hundido, sin revelarse. Apenas pensaba que era lo que
estaba sucediendo. Y pasó… Una mañana tras abrir los ojos, un fuerte golpe se
adueñó de su alma… Había vuelto, recuperando su luz inmensa, valoraba su miedo pero seguía latiendo. Se
oía por encima de las nubes, y atemorizado decidió dejarle fluir… Saber dónde
llegaría de nuevo, y llegó al lugar más bonito que jamás habría imaginado. Se
reunió con su otra alma, que también latía por encima de lo inexplicable.
Una vez, existió un latido… Que luchó por su
destino.
Nunca había visto nevar desde que
nació en Haití; su vida había trascurrido envuelta en paralelos cercanos al
ecuador. Ahora, veía la risa juvenil del cielo, y se sorprendía que todos los
habitantes de la ciudad, que llevaban vidas sin ver esa nieve, se olvidasen de
todo. No lo entendía.
Tal vez llevaba mucho tiempo
encerrado en sus proyectos revolucionarios, ¿Por qué se sentía tan extraño a
toda esa gente risueña? ¿Por qué dejan de ver que hay que esforzarse al final
del camino?
El viento traía más nieve. El
frío y agua helada, hacían dudar a su sangre cálida, a sus intentos de cambiar
el mundo, pagando los precios que fuesen necesarios, cambiarlo a lo ancho y
profundo sin miramientos. Seguía cayendo la nieve a lo largo de la calle donde
vivía, y de otras calles más allá de su vista, podía estar cayendo a lo largo
del ancho y profundo mundo y él no saberlo.
Pablo no oyó cerrarse la puerta. Solo el sonido del silencio
que lo invadió en un segundo, para hacerlo sentir diminuto, minúsculo,
insignificante…
No estaba preparado para aquel momento, ni nadie lo hubiera
estado. Porque cuando se da todo no se espera el vacío por respuesta. Y ahora
solo sentía aquel erial de emociones que lo habían borrado de la faz de la
tierra.
Aquellos minutos no los olvidaría nunca. Marcados a fuego de
palabras que retumbaban en su interior como un cincel homicida. Barriendo la
alegría y la ilusión acumulada en un corazón que ahora solo era desierto.
Para dejar de ser consciente del tiempo. De las horas. De
los días.
Dejar de ser. De estar. De vivir.
Porque cuando el dolor es tan profundo, la vida no sigue,
solo pasan los días; pero sin darnos cuenta, como si todo se hubiera detenido
para nosotros y la existencia siguiera en un mundo ajeno, fuera de uno mismo.
Cerrar una historia...
Cerrar una historia…
̶ ¿Quién puede cerrar una historia de un portazo, sin más? ̶
se preguntaba una y otra vez en su cabeza sin encontrar respuestas.
Como era posible que tanto amor no mereciera otro fin o al
menos una oportunidad para renacer; cuando ni siquiera era consciente de que
languideciera. Y no aquel frío. Aquella soledad yerma que no tenía sentido.
Porque el amor era para valientes, pensaba. Y cuando se ha
construido con tanto cariño, dándolo todo, no merecía aquel final ni aquel
silencio aunque la tristeza fuera compartida. No cabían excusas, ni disculpas.
Porque lo que se había tejido despacio no se podía deshilar en un minuto. Y
sobretodo porque la quería con todo el corazón.