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jueves, 29 de mayo de 2014

Una mujer de treinta



Sábado. Me levanto y como una autómata me voy al lavabo y antes de hacer cualquier otra cosa, me voy directa al espejo. No se por qué lo hago si sé a quién voy a encontrarme. A veces pienso que lo hago porque, dependiendo de esa primera impresión será el resto del día, porque realmente, no es por descubrir algo nuevo.  ¡Oh Dios! si, hay algo nuevo, me he visto el nacimiento de una arruga, justo  en el rabillo del ojo derecho. Me acerco más… “si, es una arruga” Hago algunas muecas, arrugo el entrecejo, pero está confirmado, es una arruga. Suspiro con resignación y me digo a mi misma “qué esperabas si estás ya en los 30” Sabía que cualquier mañana podría ocurrir por lo que, lejos de preocuparme, celebro mi predicción. Me voy a la cocina y me preparo el primer café del día, este con sabor a madurez.

Dice mi madre, que es como todas las madres, muy sabia; que a lo largo de la vida de una mujer, esta se hace varios balances de su vida, porqué en cada uno de ellos, cree haber llegado al momento justo para hacerlo. Es algo así cómo cuando se celebra el partido de fútbol del siglo, de todos los años. Pienso que he llegado al momento del primer balance. Mejor pasar de largo por aquella etapa de mi niñez hasta la que me lleva mi memoria, cuando me pasaba horas frente al espejo mirándome para ver si podía adivinar cuando aparecerían los dientes que todavía me faltaban. O cuando me quedaba dormida mientras mi madre, con gran paciencia, me peinaba y tejía trenzas, en aquel momento, soñaba con ser un niño, con el pelo muy, muy corto.

No se cómo hacen su balance las otras mujeres de treinta, supongo que se trata de recordar las cosas que han tenido relevancia durante esos años. Sin embargo, creo que no es plan  hacerlo de forma tal que parezca un Currículum Vite… y luego, también está el determinar qué ha sido relevante y que no. No es fácil. Llegar hasta los treinta años significa haber acumulado una gran cantidad de situaciones y vivencias que no caben en un pequeño balance. Otra forma de hacerlo sería separar las cosas buenas de las malas, pero volvemos a encontrarnos con que, la mayoría de las veces, unas son consecuencia de las otras. Podría intentarlo separando los diferentes aspectos que han formado mi vida durante estos años, como si fuera un croquis, para no liarme. Lo personal y sentimental por una parte y luego todo lo que considero material o medio de subsistencia. El problema sería por donde empiezo, si lo hago por lo personal y sentimental, me conozco, y ya no me va a quedar espacio para lo material, aunque esto, apenas ocupe un par de pensamientos. Justo ahora recuerdo que siempre fui una adolescente atípica, sin diario personal como tenían mis amigas, donde podía contar mis experiencias y por eso, no puedo recordar cuando me dieron el primer beso… “ah! pero si recuerdo quién, eso nunca se olvida... Rubén, el portero del equipo de futbol”

Pensándolo bien, no veo la necesidad de hacer ningún balance, una arruga no merece tanto tiempo. Creo que estoy en una edad maravillosa. No creo en la tan repetida depresión de los treinta, estamos tan llenos de tópicos que muchas veces creemos que son normas a cumplir. No recuerdo haber perdido ni un solo gramo de la ilusión que tenía algunos años atrás. Cualquier etapa de la vida de una mujer es importante por muchas cosas que la han conformado y da igual tener la edad que se tenga.  Es una edad perfecta para saber lo que se quiere ser, para tomar decisiones propias y aunque muchas de ellas sean equivocadas, estamos preparadas para asumirlas. Se llega al momento en el que reconocemos qué nos hace feliz de otra persona, en el que, no solo deseamos ese amor romántico que nubla la conciencia. Amamos con madurez, ahora necesitamos a nuestro lado a la persona que nuble nuestros sentidos, pero al mismo tiempo sea nuestro compañero y cómplice, quien nos ame, pero nos impulse. Comenzamos a admitirnos, a reconocer que los detalles que nos acomplejaban no eran más que aquellos que nos hacía diferentes.  Soy lo que quiero ser, he vencido muchos miedos, aunque aún quedan muchos latiendo que iré venciendo para darle paso a otros nuevos. Muchas dudas, porque la vida consiste en eso, en mantenernos en guardia, sin dar nada por hecho. Soy como cualquier mujer de treinta y tantos.

Hacer un balance de lo vivido en treinta años no es justo, se pierden muchas cosas por el camino. Esperaré al que corresponda en otra edad, quizás a los sesenta. Me veo como mi madre, aún con sus tejanos y con la misma mirada que le recuerdo desde que yo era una  niña. Esperaré treinta años más… entonces, sonreiré cuando una mujer de treinta descubra su primera arruga.




"Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida.
En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más".
Ernesto Sábato


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