Sábado. Me
levanto y como una autómata me voy al lavabo y antes de hacer cualquier otra
cosa, me voy directa al espejo. No se por qué lo hago si sé a quién voy a
encontrarme. A veces pienso que lo hago porque, dependiendo de esa primera
impresión será el resto del día, porque realmente, no es por descubrir algo
nuevo. ¡Oh Dios! si, hay algo nuevo, me
he visto el nacimiento de una arruga, justo
en el rabillo del ojo derecho. Me acerco más… “si, es una arruga” Hago
algunas muecas, arrugo el entrecejo, pero está confirmado, es una arruga.
Suspiro con resignación y me digo a mi misma “qué esperabas si estás ya en los
30” Sabía que cualquier mañana podría ocurrir por lo que, lejos de preocuparme,
celebro mi predicción. Me voy a la cocina y me preparo el primer café del día, este
con sabor a madurez.
Dice mi
madre, que es como todas las madres, muy sabia; que a lo largo de la vida de
una mujer, esta se hace varios balances de su vida, porqué en cada uno de
ellos, cree haber llegado al momento justo para hacerlo. Es algo así cómo
cuando se celebra el partido de fútbol del siglo, de todos los años. Pienso que
he llegado al momento del primer balance. Mejor pasar de largo por aquella
etapa de mi niñez hasta la que me lleva mi memoria, cuando me pasaba horas
frente al espejo mirándome para ver si podía adivinar cuando aparecerían los
dientes que todavía me faltaban. O cuando me quedaba dormida mientras mi madre,
con gran paciencia, me peinaba y tejía trenzas, en aquel momento, soñaba con
ser un niño, con el pelo muy, muy corto.
No se cómo
hacen su balance las otras mujeres de treinta, supongo que se trata de recordar
las cosas que han tenido relevancia durante esos años. Sin embargo, creo que no
es plan hacerlo de forma tal que parezca
un Currículum Vite… y luego, también está el determinar qué ha sido relevante y
que no. No es fácil. Llegar hasta los treinta años significa haber acumulado
una gran cantidad de situaciones y vivencias que no caben en un pequeño
balance. Otra forma de hacerlo sería separar las cosas buenas de las malas,
pero volvemos a encontrarnos con que, la mayoría de las veces, unas son
consecuencia de las otras. Podría intentarlo separando los diferentes aspectos
que han formado mi vida durante estos años, como si fuera un croquis, para no
liarme. Lo personal y sentimental por una parte y luego todo lo que considero
material o medio de subsistencia. El problema sería por donde empiezo, si lo
hago por lo personal y sentimental, me conozco, y ya no me va a quedar espacio
para lo material, aunque esto, apenas ocupe un par de pensamientos. Justo ahora
recuerdo que siempre fui una adolescente atípica, sin diario personal como
tenían mis amigas, donde podía contar mis experiencias y por eso, no puedo
recordar cuando me dieron el primer beso… “ah! pero si recuerdo quién, eso
nunca se olvida... Rubén, el portero del equipo de futbol”
Pensándolo
bien, no veo la necesidad de hacer ningún balance, una arruga no merece tanto
tiempo. Creo que estoy en una edad maravillosa. No creo en la tan repetida depresión
de los treinta, estamos tan llenos de tópicos que muchas veces creemos que son
normas a cumplir. No recuerdo haber perdido ni un solo gramo de la ilusión que
tenía algunos años atrás. Cualquier etapa de la vida de una mujer es importante
por muchas cosas que la han conformado y da igual tener la edad que se tenga. Es una edad perfecta para saber lo que se quiere
ser, para tomar decisiones propias y aunque muchas de ellas sean equivocadas,
estamos preparadas para asumirlas. Se llega al momento en el que reconocemos
qué nos hace feliz de otra persona, en el que, no solo deseamos ese amor
romántico que nubla la conciencia. Amamos con madurez, ahora necesitamos a nuestro
lado a la persona que nuble nuestros sentidos, pero al mismo tiempo sea nuestro
compañero y cómplice, quien nos ame, pero nos impulse. Comenzamos a admitirnos,
a reconocer que los detalles que nos acomplejaban no eran más que aquellos que
nos hacía diferentes. Soy lo que quiero
ser, he vencido muchos miedos, aunque aún quedan muchos latiendo que iré
venciendo para darle paso a otros nuevos. Muchas dudas, porque la vida consiste
en eso, en mantenernos en guardia, sin dar nada por hecho. Soy como cualquier
mujer de treinta y tantos.
Hacer un
balance de lo vivido en treinta años no es justo, se pierden muchas cosas por
el camino. Esperaré al que corresponda en otra edad, quizás a los sesenta. Me
veo como mi madre, aún con sus tejanos y con la misma mirada que le recuerdo
desde que yo era una niña. Esperaré
treinta años más… entonces, sonreiré cuando una mujer de treinta descubra su
primera arruga.
Autor: Nerea(@lenenaza)
"Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida.
En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más".
Ernesto Sábato
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