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martes, 8 de septiembre de 2015

La sonrisa de camila





Conocí a Camila hace un par de meses en un viaje que hice a Sicilia con mi familia. La isla es preciosa y muy grande, por lo que tuvimos que hacer muchos kilómetros para conocer, al menos, lo que más nos interesaba.  Aún confiando en nuestro GPS salíamos a diario casi a la aventura ya que muchas de las autopistas o vías principales estaban en obras, por lo que, siempre terminábamos buscando alternativas para llegar a nuestro destino. 

Esa mañana salimos hacia Caltanissetta cuando encontramos el primer desvío del día.  El GPS no nos indicaba alternativa por lo que decidimos utilizar los métodos de antaño: preguntar.  Nos encontrábamos  casi a la entrada de un pequeño pueblo cuando vimos a un hombre que estaba arrancando hierbas en un camino que conducía hacía una casa.  Paramos para preguntar con nuestros pequeños conocimientos de italiano y un español lento, acompañado por ese manoteó que nos hace creer que es más explícito que las palabras.  El hombre, al darse cuenta que éramos españoles sonrió y nos indicó que aparcáramos en su camino para no molestar a los otros vehículos.  Al acercarse a nuestro coche vio a mis pequeñas sobrinas y enseguida nos invitó a bajar y le dijo a las niñas que cogieran lo que quisieran de unas cajas que tenía a un lado llenas de melocotones y cerezas.  Bajamos todos del coche y en ese momento oímos las risas y una algarabía que venía de la casa.  Eran dos niños que corrían y otra pequeña detrás de ellos, que también corría, pero en una silla de ruedas.  Los niños se acercaron a nosotros y ella, a trompicones, también lo hizo.  Tenía unos enormes ojos marrones, muy expresivos, pero era su sonrisa lo que realmente dibujaba su bonita cara.

Al principio, se acercó tímidamente a mis sobrinas, pero luego, ella misma cogía con sus manos algunos melocotones y se los ofrecía con una sonrisa.  No dejó de sonreír en ningún momento.  Su madre a lo lejos los llamó, regañándoles para que no molestaran, pero los niños no se apartaron de nosotros.  Su padre nos contó entonces que, algunos años atrás, durante unas lluvias torrenciales, un muro de las huertas se había derrumbado y Camila había quedado debajo de los cascotes, que casi la pierden y como consecuencia del accidente, su columna había quedado gravemente lesionada.  Quedamos todos muy impresionados con la historia, pero, también nos fuimos de allí con el recuerdo de una niña que, a pesar, de su condición no dejaba de sonreír y jugar como cualquier otro niño. 


Camila tiene una sonrisa llena de vida.  Irradia una alegría que alcanza a todos los que están junto a ella.  Está rodeada por quienes la aman y la hacen participar de la vida como una más.  Lo único que la hará siempre diferente será su hermosa sonrisa....




                    

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