Ser hija de una
familia itinerante me enseñó desde pequeña que la vida no es fácil pero, que
hay que vivirla con valentía, decisión y haciendo lo que amamos en todo
momento. Trece años tenía cuando dejé la fábrica de gorras para convertirme en
actriz de teatro e ir de un lugar a otro buscándome el sustento, tan joven era,
que aquella vida terminó por asfixiarme, pero eso si, fue mi primer contacto
con las mejores obras del teatro clásico y contemporáneo.
Volví a Buenos
Aires, con una maleta casi vacía, para enfrentarme a una ciudad llena de
entusiasmo que recibía las hordas de inmigrantes como esperanza de manos que
producirían riqueza y que a cambio, recibirían una nueva vida. En aquellas
fechas, llegaste Alejandro y le diste un nuevo sentido a mi vida, haciéndome
aún más fuerte sin tener miedo a enfrentar, junto a ti, una vida que se abría a
la esperanza, hijo mío.
Maestra de escuela
que escribía poemas que me dictaba el alma. Sonrío al recordar que alguien dijo
que sorprendía mi poesía escrita desde adentro, algo que no era común en los
poetas de aquella generación. Versos leídos y publicados por Amado Nervo, amigo
de tertulias y tardes de lectura y poesía. Difícil es la vida del poeta, llena
de frustraciones pero, la voluntad no me abandonó nunca y escribía, siempre
escribía, sin buscar el reconocimiento que poco a poco fue llegando. La llegada
de Horacio Quiroga fue un salto de emoción en mi vida, tan distintos éramos,
pero tan necesitados el uno del otro. Su
parte de locura era el complemento a mi sosiego y por un tiempo brille a su
lado.
Como fracaso
recuerdo mi obra de teatro escrita con tanto anhelo, lo que quizás, fue la
causa de no transmitir emoción al público pero, llegó el momento en que mi
poesía empezó a ser conocida y a ganar un prestigio inesperado, sobre todo,
entre mis iguales. Poesía en la que las mujeres se sentían identificadas, que
les recordaba su sexo y la oscuridad en la que ese tema estaba envuelto. Entonces,
hasta la puerta de mi casa llegó un día Gabriela Mistral, admirada poetisa que
quiso conocer a la Alfonsina de la que había oído hablar y de la que había
leído tantos poemas. Y una tarde de
octubre, en la Peña del Café Tortoni, conocí a Federico y fue tanto lo que su
sensibilidad me alcanzó, tanta la admiración que despertó en mi, que le dediqué
un poema “Retrato de García Lorca”.
Mi cuerpo está
resentido, la salud me abandona y siento como mi cuerpo se va consumiendo sin
pausa. He vivido muchas vidas, todas las
que mis versos cantan. Ahora, solo quiero dormir, descansar con mis recuerdos.
Horacio también se ha ido, para él serán mis últimos versos. Triste final para
ambos porque con él quiero morir…
Alfonsina Storni se
suicidó en Mar del Plata, arrojándose desde la escollera del Club de Mujeres.
Los más románticos dicen que se internó lentamente en el mar hasta que desapareció.
Dejó una herencia poética que cobra actualidad con el avance de los tiempos.
Tanto su prosa, como su poesía era ya, en su tiempo, considerada de corte
feminista, hoy se confirma. A su entierro asistieron una larga lista de
poetas, escritores y artistas. Había
muerto la gran poetisa de América.
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