f

sábado, 7 de febrero de 2015

Jugem

                   

              
"Hi ha un temps pel sofriment i un temps per estimar
o, potser, tot és u i ens enganyem
amb el joc de la veu i del perill”.

Miquel Martí i Pol.







domingo, 1 de febrero de 2015

Se perdio


Porque se perdió en el momento de perderse.
En esa tibieza de su locura, en su indómita sonrisa que hace desvanecer la penumbra.
Quizás fueron sus manos de seda, impregnadas de sabiduría, esas que fueron recorriendo cada centímetro de su cuerpo.
Rectificando cada desaliento, creando viveza.
En cada poro de su piel, borrando cada signo de hastío, o el néctar de su dulce boca, que le hacía caminar sobre el mar.
Mezclar sabores con los olores de sus deseos.
Cubrir la miel de sus ojos, despedazar te quieros acurrucada en sus brazos.
Susurrar  cada vocal  o gritársela al viento, creando baladas de silencios llenos de amor.
Humedecer cada poro de sus labios.
Dejarse llevar por la suavidad de sus fragmentos, de cada uno de sus divinos rasgos.
Sus grietas, cada detalle de su hermosos cuerpo, sumergido en pasión,
Volar en la largura de su alma y en la estrechez de su núcleo.
Caminar descalza a la orilla de su preciosa boca, lamer cada gesto y
recuperarlo cómo quien posee un tesoro.
Vivir en su esquina de lo probable, patinar en las curvas de sus cicatrices.
Porque se perdió en momento exacto de perderse.
Porque encontró la balada perdida, pudiendo cantar en voz baja.
Giro mil grados hasta ver lo real, lo bello.
Porque ya nada era igual. Cada minuto gratificaba a la vida su casualidad.
Su más bella poesía creada en forma humana, radiante,
Iluminada por los más bellos versos que jamás sus ojos creyeron leer.
Con la fuerza de mil poemas en sus manos y la dicha de vivir en sus estrofas.
Se perdió y no quiso regresar jamás.


La casa con porche


¿Sabes? Hace algún tiempo pensé:  “Si pudiera inventar una fragancia para el hogar, sería esta”. 
La mañana era de locos. Parecía que todos los coches estaban ese día  circulando o buscando aparcamiento al mismo tiempo. Después de dar innumerables vueltas alrededor del lugar a donde me dirigía, decidí recorrer las callecitas adyacentes para ver si había suerte. En la segunda calle,  a lo lejos divisé un espacio vacío y mientras me dirigía a él empecé a calcular si entraría o no el coche. No me preguntes cómo, pero logré aparcar. A veces, sólo basta apartarse un poco del bullicio y las aglomeraciones para encontrar lugares de la ciudad que crees conocer muy bien y que no obstante, nos descubre bonitos rincones. Comencé a caminar en dirección a mi cita de esa hora y de pronto, al pasar frente a una de las casas, sentí un olor que me detuvo y me transportó en el tiempo. Olor a bizcocho recién hecho y a café. Olor a las mañanas de mi infancia. 
Tal vez te parezca más lógico detenerse ante una perfumeríapra deleitarse con las fragancias que desprende, yo me detuve para sentir el olor de los recuerdos. Fue entonces cuando lo pensé. La  casa era muy sencilla, pequeña y blanca. En cualquier otra circunstancia y por las prisas, nunca me hubiese llamado la atención. Con frecuencia, la vida acelerada que vivimos hace que nos perdamos los más sutiles detalles. Tenía un pequeño porche con dos mecedoras  y algunos tiestos con geranios y siemprevivas. Frente a él,  un pequeño trozo de tierra con dos rosales y una frondosa  buganvilla. Me pareció una casa de cuentos, pero no como escenario de ellos, sino una casa donde se cuentan cuentos, cómo los que me contabas cuando era una niña. En pocos segundos, reviví aquellos anocheceres de verano en tu porche y vi a mis hermanas y a mis primos y todos reíamos, aunque yo, la más pequeña , muchas veces no sabía muy bien de que nos estábamos riendo.  No se cuanto tiempo estuve parada frente a aquella casa, pero fue cómo si en ese momento realmente comenzara el día para mí.