Hoy se celebra uno de los grandes días de las palabras y las
letras, hoy es el #DíaDeLaPoesía. En 1999
la UNESCO declaró el día 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía y desde
2001, coincidiendo con el primer día de la primavera, se celebra el Día de la
Poesía, un día para conmemorar la palabra poética, una día para dar a conocer
la poesía y no se nos ocurre una mejor manera para hacerlo que desde la voz de
los propios poetas, por ello, os dejamos cuatro poemas a los que ponen voz sus propios autores….
I. Cuando Neruda recita sus versos más amargos….
Ricardo Eliécer Neftalí Reyes
Basoalto nacía el 12 de julio de 1904 en Chile, quizás su nombre no os diga
nada, pero Gabriel García Márquez dijo de él que era "el más grande poeta del
siglo XX en cualquier idioma”; pero si osdecimos que hablamos de Pablo Neruda, a
lamayoría de nosotros nos viene a la cabeza
algunos de sus versos.Pablo Neruda utilizó
un seudónimo para escribir debido al rechazo que le producida a su padre los
llamados “poetas”. Es uno de los poetas
más importantes en lengua española, ganador del premio Nobel de Literatura en
1971. Durante su vida tuvo una destacada actividad política, y llegó a ser nombrado embajador en Francia. Pero sus problemas de salud hicieron que en 1973 renunciara
de dicho, falleciendo el 23 de septiembre de ese mismo
año, pocos días después del golpe del general Pinochet. Según la versión oficial de la causa de su
muerte fue el cáncer que padecía, aunque cada vez hay más indicios que
pudiera haber sido asesinado porser
contrario al régimen dictatorial que se habían instalado en Chile.
Una de las obras más conocidas es
su poemario “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, publicado en
1924, cuando el poeta tan sólo tenía 19 años de edad. Esta obra sacudió a la conservadora sociedad chilena de
la época ya que relata sus encuentros amorosos con dos mujeres, pero hoy
en día está considerada como una de las obras de mayor relevancia en la literatura del siglo XX. Uno de los poemas que conforma este poemario
es “Poema No 20” que empieza con el siguiente versos “puedo escribir los versos
más tristes esta noche” y nos habla del dolor por la pérdida de su amada, de la
melancolía que siente al evocarla y el recuerdo de la mujer que ama es lo que le permite escribir este poema…
Conociendo a la autora.... María Iglesias Pantaleón
“Soy graduada en Psicología y amante del arte en todas
sus ramas. Mi trayectoria literaria comenzó con la publicación en 2015 de la
novela La voz de las sombras, un drama realista de carácter juvenil, con la
editorial Vitruvio. Sobredosis es el título de mi segunda novela, de género
negro, publicada en este 2018. También he participado en varios concursos,
resultando finalista en ‘Plumas, tinta y papel’ (de Diversidad literaria), y
ganadora en el Certamen de Microrrelatos Isla Tintero y en el XX Certamen de
Microrrelatos”.
Sus pies, casi deformes, eran el recuerdo de
muchos años de trabajo, dolor y sacrificio, pero eso ahora quedaba muy lejano.
Siempre pensó que sus padres al elegir su nombre habían iniciado una historia
de contradicciones. Llamarse Clara y no
haber tenido nunca nada claro resultaba un poco cómico.
Tenía ocho años cuando
entró en aquel salón lleno de espejos y largas barras de madera adosadas, con el
suelo de parquet algo desgastado y unas niñas con leotardos y mallas. No quería
soltar la mano de su madre y se escondió detrás de ella para observar el mundo
en el que habían decidido que se desenvolvería a partir de ese momento. Su
madre, su escudo para protegerse del mundo, pretendía dejarla allí sola. Aunque
dijera que era bueno para ella porque tendría amigas, porque era una forma de
relacionarse y hacer el ejercicio físico para el cual tenía las condiciones
apropiadas, ella sentía que la estaba abandonando. Allí se quedó con un grupo
de chiquillas, todas más o menos de su edad pero que se movían con una soltura
y seguridad envidiable, reían y bromeaban sin notar que ella estaba presente y luego,
todos aquellos espejos a los que tanto odiaba. Cada vez que se miraba en ellos
su inseguridad crecía un poco más. Todas callaron cuando entró al salón una
señora vestida como ellas, que con dos palmadas logró que todas se pusieran en
fila frente a una de las barras y disciplinadamente esperaran órdenes. La señora se acercó a ella, la tomó de la
mano y la situó justo al final de la fila “de momento, tú solamente imita lo que hagan
tus compañeras”.
Era una niña muy
pequeña para su edad, tan delgada que a su madre le costaba mucho trabajo
encontrarle ropa adecuada, siempre iba vestida como una niña pequeña. Además
era demasiado tímida. Apenas hablaba si no era en casa cuando estaba en
familia. No como su hermana mayor Eloisa, tan bonita y lucidora, tan risueña,
simpática y parlanchina que todo el que la conocía tenía que hacerle algún
comentario, a ella, o a sus padres. Eso
pensaba Clara cuando se metía en su mundo y veía el resto como una espectadora.
Nunca le faltó el cariño los mimos y la protección de sus padres, ni de su
hermana, pero ella se sentía diferente, se sentía poquita cosa.