Existen diversos tipos de muerte, en uno el cuerpo se desvanece en
conjunto con la eternidad. En otro, el alma perdura, pero lejos del envase
físico; y la más dolorosa según los
expertos, homólogos de los dementes del mundo real, el alma desaparece, se
esfuma de la existencia mientras que el cuerpo deambula frente a los ojos de
cientos de espectadores, en las calles, en los teatros, en los parques y en las
escuelas. Lastimosamente es una pandemia de muerte extracorpórea que domina a
los humanos convirtiéndolos en autómatas.
En el segundo caso, el alma viaja a una dimensión desconocida para la mente racional, un cosmos donde el sentido común desaparece y las leyes físicas son fantasías desvanecidas. Framton lo sabía. Adquirió este conocimiento viajando en sus sueños, investigando en fuentes dispares, adentrándose en un mar de ilusiones, hasta que finalmente llego al punto en el que fue seducido y embriagado por aquel universo irreal. Desde ese momento descuido la realidad y fue víctima de los desgraciados resultados.
En un mes la muerte inundo su ser.
La vida no le dio tregua a su dolor, y esa noche según los médicos
era la última. Por ende, su última visita a ese maravilloso lugar.
La última vez que podría observar a su adorada madre, solo viva en sus recuerdos.
Surgió en el cementerio, ése que tan tristes memorias le traía.
Vagando a través del camposanto buscando la infortunada sepultura, se topó con
todas sus evocaciones de la infancia, las observo y lloro de nuevo por la
melancólica noticia. Cuando a lo lejos, vio la figura de su madre, erigiéndose
sobre una colina verde. Ella le sonrió y se esfumo para no volver nunca más.
Después de esa visión, sintió una presión en el pecho, el firmamento
se estaba apagando lentamente, comprimiendo todo a su paso.
Su sueño estaba implosionando.
El nuevo comienzo estaba cerca.
En el cielo oscuro se estaba dibujando el jirón sagrado, la matriz
que le dará de nuevo la vida. Este espectáculo alentador lo llenaba de
fantásticos terrores, nunca antes sentidos. Sentía su corazón latir con más
calma, como si se preparara para expirar. Se resignó a su cruel destino, que a
la vez conllevaba un poco de esperanza. Procedió a cerrar los ojos y se preparó
para el impacto.
Abrió los ojos de nuevo…
Cuando los caminos se bifurcan en las plenitudes curiosas del
universo, la línea temporal no se ve afectada en lo absoluto; por otro lado, a
veces sucede el caso contrario. Y al amalgamarse los senderos correspondientes
al espacio real y al onírico, las consecuencias de las causas (recordemos que
en el mundo quimérico en el cual suceden innumerables e infinitas situaciones
suceden en reversa y sin lógica) son de un linaje extravagante y los resultados
tan espesos, sorprendentes y variados que sería grotesco intentar expresarlo en
palabras escritas.
Autor: Xavier Loeza (@XavierLoeza)
“No es más asombroso nacer dos veces que una sola, pues todo en la naturaleza es un permanente renacer”.
Voltaire
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