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miércoles, 27 de agosto de 2014

Capricho de pelo rojo


Diosa de pies descalzos sobre su escenario, un lujoso cuarto del templo de la diosa de cabellos cobrizos.
Su único atavío una fina gasa negra, sobre el lienzo blanco de su piel de luna salpicada de estrellas.
Hechizante cascada de cabello rojo se desliza libre y rebelde sobre su piel.
Adorna sus rizos con abalorios de cascabel, que acompañan a sus vaivenes de sensual melodía.
Mujer de cabello de fuego que cubre su cuerpo como un sudario de fuego, al desprenderse de su oscura gasa.
Fuego sobre mármol, tan gélida y tan ardiente, como indiferente.
Si la miras a los ojos te hechizan sus grandes brasas ardientes, rodeadas de largas pestañas rizadas tan negras y oscuras como el mismo abismo.
La diosa desliza su pelo-fuego sobre una piel de hombre, calentando al mortal que cae en su magia.
Sus ojos abrasan cuando fija su mirada en la víctima de su placer.
Dejará que acaricie su marmólea piel, mientras permanece sentada sobre la víctima de su lujuria.
Hará que las manos del mortal, al que aferra entre sus suaves piernas, repten por su lienzo de seda frío, alejando su indiferencia.
Ella desliza sus cabellos por el centro del placer de su mortal rehén.
Al que envuelve con su boca para mirar a su víctima, capturada en la danza de sus labios rojos y su tibia lengua.
Las brasas de su mirada consiguen esa primera gota de placer mortal.
La diosa la saboreará como un trofeo.
Esa pequeña gota, ese ligero gemido, es el néctar del fuego rojizo de sus cabellos.



“Yo quiero ser fuego, volcán de aire rojo que incendie el secreto de todas las ramas y todos los pechos.”
 Ernestina de Champourcín 





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